La
Gran Mezquita Aljama
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Primera Época -- Segunda Época -- Tercera Época -- Cuarta Época -Alminar y Puertas -- Fachadas -- Catedral
Tal vez sería conveniente recordar, antes de contemplar esta maravilla del arte, que la Mezquita de Córdoba está considerada como la mayor del mundo islámico, así como el mayor templo del mundo, ello como consecuencia de sus 24.000 m2 de superficie.
Pero sería también necesario añadir que no se hizo de una sola vez. Se trazó en principio una mezquita, con arreglo a la población musulmana de aquella época, 785 de J.C. (169 años después de la Hégira), templo que hubo que ampliarse en tres ocasiones por el aumento de población, que llegó en el, siglo X, a sobrepasar el millón de habitantes.
El Bayan al-Mugrib de ibn idhari, dice: "Cuando los musulmanes conquistaron Al-Andalus al igual que habían hecho en Oriente, expropiaron a los cristianos rendidos por capitulación , la mitad de toda iglesia que poseían, como por ejemplo, la iglesia de Damasco y otras. Del mismo modo los musulmanes expropiaron a los mozárabes la mitad de la iglesia mayor (Kanisa Kabira) o San Vicente, en el interior de Córdoba y transformaron aquella mitad en Mezquita, quedando el resto en poder de los cristianos, a los que les fueron demolidas las demás iglesias.
Mas cuando se acrecentó el número de musulmanes en Al-Andalus, y floreció Córdoba, y se aposentaron en ella los príncipes árabes con sus ejércitos, aquella mezquita les resultó insuficiente y hubieron de colgarle tribunas, sufriendo los fieles, a causa de la pequeñez del templo, grandes molestias.
Entones Abd- al-Rahman ibn Mu´awiya, el Dajíl (Inmigrado), convocó a los mozárabes cordobeses y les pidió la venta de la parte que poseían de la iglesia mencionada, remunerándoles por ello con una fuerte suma (100.000 dinares), en cumplimiento del pacto por el cual habían capitulado y permitiéndoles la reedificación de aquellas iglesias de las afueras de la ciudad que habían sido demolidas en tiempos de la conquista".
Era el 169 de la Hégira (14 de Julio del 785 de J.C.) Cuando se dio comienzo a la que corriendo el tiempo habría de ser la mayor mezquita del mundo islámico.
La visita cronológica de este templo nos muestra: primero, la evolución de una civilización esplendorosa de donde como caso especial en la historia, pueden estudiarse el principio , la transición, el florecimiento y la decadencia de una civilización (único en el mundo, en el mismo edificio y bajo el mismo techo), y segundo, en el momento de florecimiento, el estilo, que con nombre propio se llama Califal o Árabe-Cordobés, que en Córdoba tendrá su principio y su final.
Este es pues el orden que vamos a seguir en la visita a este monumento, de belleza sin igual, intentando rehacerlo tal como se construyera en sus distintas épocas.
PRIMERA ÉPOCA (785-788) Fue Abd al-Rahman I, el superviviente de la Matanza de Damasco (Omeyas-Abbassies) y primer emir independiente, su fundador, componiéndose el templo que mando construir de dos partes; una descubierta (Sahn), patio para las abluciones y otra cubierta (musalla) o Mezquita propiamente dicha, con capacidad para 10.642 fieles.
Esta parte cubierta, rectangular, la forman once naves longitudinales por doce transversales, es decir, una nave principal, en cuyo fondo y apoyado en el muro de cerramiento (Qibla, muro orientado) se alzaba el Mihrab - nicho al que se deben dirigir las oraciones en el momento del Salat o plegaria - y cinco naves a oriente, por otras tantas a occidente, teniendo al Norte, como fachada principal y sobre el patio de abluciones, un muro abierto por arquerías ya que una mezquita no tiene puertas, pues es fortaleza de fe para los musulmanes.
En su arquitectura encontramos elementos ya conocidos en otras edificaciones anteriores, si bien se puede decir, que es el principio de evolución de ese arte único que con el nombre de Califal o Árabe-Cordobés, es reconocido por las mas importantes autoridades en la materia.
El arco de herradura, en la primera línea, es de ascendencia netamente visigoda y el superior, de medio punto, sirve para dar mayor elevación a los techos, resistencia al conjunto y facilitar la iluminación, por los que ya dejamos dicho, eran arcos abiertos al patio de abluciones.
Asimismo el conjunto de los arcos, es una línea de múltiples acueductos, en donde la doble vertiente de los tejados deposita el agua de lluvia en el canal que hay sobre cada arquería, que por las gárgolas va a salir, inmediatamente, al patio o las calles laterales del templo.
Tanto los arcos de medio punto como los de herradura, están compuestos de dovelas de ladrillo y piedra, para sí aligerar su construcción (había prisa por concluir la Mezquita, debido a la carencia de otras en Córdoba) y sostenidos por un conjunto de capiteles y columnas, procedentes de otras edificaciones anteriores, de Córdoba y de fuera de ella, que hacen de esta primera parte, un interesantísimo museo arqueológico, en el que pueden estudiarse capiteles de los más variados tipos: corintios, visigodos, latino-bizantinos, etc.., así como fustes de los más variados mármoles y coloridos.
Se sabe que Abd al-Rahman I, murió sin ver acabada la Mezquita, aunque ya había orado en ella, siendo su hijo y sucesor, Hishan I, el que la terminara cubriendo las naves con unos artesanados de tipo sirio, construidos con madera de pino de alerce, que no son los que vemos ahora en la nave central, ni los que hay en otro sector de la Mezquita, pues éstos son una reproducción de aquéllos, hachos por artistas cordobeses (Mateo Inurria y otros, bajo la dirección del arquitecto Don Ricardo Velázquez Bosco) a principios de siglo.
También Hisham I acabó el patio de abluciones, construyendo un minarete, que mas tarde sería destruido, para dar paso al que el primer califa omeya, Abd al-Rahman III, erigió en el lugar que hoy está el campanario de la catedral y del que más tarde hablaremos.
En 1972, por iniciativa del Pleno de la Corporación Municipal encabezada por el alcalde, Ecmo Sr. D. Antonio Alarcón Constant, se pidió a la UNESCO, que los miembros del ICOMOS se reunieran en Córdoba para tratar de elevar la categoría de la Mezquita, ya conocida por todo el mundo como monumento excepcional, a Monumento Internacional, cosa que se consiguió, pues de esta reunión resultó la Resolución de Córdoba, en la que además de felicitar a las autoridades civiles y eclesiásticas, los miembros del ICOMOS, acordaron en dicha resolución, tomar nota para decir cuando sean consultados: "Que en efecto, la Mezquita Catedral de Córdoba. Es el encuentro de dos religiones con categoría para ser proclamada Monumento Internacional".
Igualmente, y por los motivos expuestos, se acometieron obras en el templo, consistentes en derribar los tabiques que cerraban las naves occidentales de la primera parte con el patio de abluciones, colocándose en su lugar unas bellísimas celosías, hechas de cedro canadiense y cristales especiales, copiados sus dibujos de ventanas de la propia mezquita, dando con ello más luz al templo.
En 1975, se comenzó la restauración de tejados y las reposición de artesanados en este mismo sector, a cargo de la Dirección General de Arquitectura y del Ministerio de la Vivienda.
SEGUNDA ÉPOCA (833-852) Abd al-Rahman II hijo de Hishan I y bisnieto de Abd al-Rahman I gobernó durante 30 años, desde el 822 al 852, y en período comprendido entre el 833 y el 852, fecha de su muerte, hizo la primera ampliación de la aljama cordobesa, como consecuencia de una población cada vez mayor que hizo insuficiente la primera, añadiendo a aquélla ocho naves transversales más (70 columnas, unos 1.796 m2) con cabida para unos 7.000 fieles, señalándose esta parte como el momento más importante de la evolución del arte de herencia visigoda con el califal-cordobés, pues con Abd al-Rahman II, que es contemporáneo del famoso Harum al-Rashid, Califa de Damasco, Córdoba empieza a resplandecer en el mundo de occidente, como la capital de una corte extraordinaria, donde destacan multitud de sabios, médicos, filósofos, poetas, músicos, etc.., como Ibn Firnás, Ziryab, Ibn al-Sharmir, Yahya al-Gazal, etc..
La construcción del crucero catedralicio en el centro geométrico de la Mezquita, hizo desaparecer más de la mitad de la obra del segundo de las abderramanes, pero puede seguirse la ampliación en el sector occidental de la misma, en donde, si bien todavía se observan los materiales clásicos de otras épocas anteriores, capiteles, columnas, cimáceos, etc.. pueden verse alternados otros de construcción extraordinaria y casi meteórica , que la aljama experimenta a partir de ese momento, terminada en esta parte segunda por Muhammad I, hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, que concluyó la ampliación, ya muy adelantada de su padre y restauró la primera parte, por aquellas fechas ya muy deteriorada.
TERCERA ÉPOCA 961-966 Si bien la tercera época corresponde a la parte añadida a la mezquita por al-Hakam II, al-Mustansir Bi-llah, en las fechas que quedan anotadas, no debemos silenciar las obras hechas por su padre, el primer Califa de Córdoba, Abd al- Rahman III, al-Nasir, en el primer templo.
Consistió la obra en un muro, abierto con once arcos ante la fachada de la primera sala de oración, para sostener el conjunto de mezquita que estaba venciéndose sobre el patio, debido, tal vez, al insuficiente contrarresto de la arquerías del extremo Norte, agravado, seguramente, por el fuerte terremoto del 880, obra de la que da cuenta una placa de mármol empotrada en esta fachada, a la derecha del llamado actualmente Arco de las Bendiciones, que corresponde a la nave principal de la Aljama.
Asimismo, al-Nasir amplió el patio de abluciones y construyó un nuevo alminar, cuya descripción haremos al ocuparnos del patio y de las puertas del templo.
Al-Hakam II inmediatamente de tomar posesión del trono, el 3 de Ramadán del año 350 (15 de Octubre de 961), dio su primera orden, que fue la de comenzar la ampliación del templo, y con el juez Mundhir ben Said, el encargado de obras pías, juristas y testigos, se dirigió al oratorio para estudiar las ampliaciones que podían ejecutarse, acudiendo igualmente, con objeto de trazar los planos y disponer los detalles de la construcción, los jeques y los arquitectos correspondientes.
La dirección quedó encargada a su liberto y principal oficial, el Hachib, Chafar abd al- Rahman, el Eslavo, pero al comenzar los trabajos surgió una disputa sobre la colocación de la Qibla. La Mezquita estaba orientada y al-Hakam pretendió rectificarla, orientando bien el nuevo Mihrab, como había hecho su padre el Madinat al-Zahra. Los arquitectos se inclinaban a mantener la antigua orientación para no alterar la regularidad y simetría del edificio; los astrónomos abogaban por rectificarla, pero el piadoso alfaquí Abú Ibrahim resolvió la disputa al dar la razón a los primeros, no por consideraciones artísticas, sino invocando motivos tradicionales: "El que sigue la tradición, acierta; fracasa el que se entrega a las novedades".
La frase de alfaquí fue seguida al pie de la letra y se dio comienzo a la tercera ampliación de la mezquita cordobesa en el mismo sentido que las dos anteriores.
Empezaba el año 962 y se agregaron al templo primitivo doce naves transversales más hacia mediodía. En ellas está la mejor manifestación del arte califal.
En la entrada se alzaba un lucernario de gran belleza, llamado actualmente Capilla de Villaviciosa, por la imagen de la Virgen que allí se colocara después de la Reconquista y hoy altar mayor del crucero, nos muestra en su estructura, análoga a los que constituyen el Mihrab, las fuertes nerviaduras de piedra, sobre las que se construyen pequeñas bóvedas que forman el conjunto y cuya importancia arquitectónica es interesantísima, al igual que los arcos polilobulares o angrelados, que abren con amplitud los pabellones con su entrecruzamiento, de los que puede decirse que son un adelanto, de casi trescientos años en arquitectura, al resto del mundo.
Las columnas de esta ampliación están alternadas, mármol azul y rojo, para no variar la policromía de las primeras construcciones, los capiteles son de órdenes, corintios simples sobre los fustes azules, y compuestos sobre los de mármol rojo, siendo los arcos de ladrillo y piedra, y de más robustez que en las dos primeras partes.
Pero la obra más notable de la mezquita ampliada por al-Hakam II es sin duda el Mihrab, del que solo cabe decir por su belleza y fantasía, tanto arquitectónica como decorativa que es un trozo de un cuento de las mil y una noches arrancado de sus páginas y hecho realidad en el muro de la Qibla de la Aljama de Córdoba.
Está compuesto el Mihrab por tres capillas con sus correspondientes lucernarios, a manera de cúpulas de las que destaca la central, decorada como las dos laterales con mosaicos o fosefeisas que regaló al Califa de Córdoba, entre otros obsequios, el emperador griego Constantino Porfirogénito.
Esta cúpula, que es una progresión de la que hay al principio de la ampliación, nos muestra que en el cruzamiento de las arquerías que la forman ocho arcos ojivales de perfección extraordinaria (cuatro en las tropas de la anterior) y una gran concha de su centro, cuyo borde, en lugar de mosaicos, está formado por cerámica califal de la época. De ella pendía una lámpara monumental, de plata, que sustentaba 1.454 candilejas de aceite perfumado.
En cuanto al conjunto de capillas, sobre todo la central, con el espléndido arco de foseifesa, el extraordinario alfiz, con las bellas inscripciones cúficas, unas con suras coránicas y otras que dan cuenta de la obra hecha por Alhakam, y la arquería trilobulada ciega que forma el frontal superior de la misma, son sencillamente de una fantasía insuperable.
Los tableros de zócalo del gran arco de la capilla, de magnifica labor, son de una sola pieza en mármol, y los capiteles y las pequeñas columnas de las jambas del ingreso nos muestran el comienzo potente del arte califal-cordobés en los días de abd al-Rahman II, en cuyo Mihrab estuvieron.
El Mihrab, propiamente dicho, es una pequeña estancia formada por un octógono regular en dos de sus caras con zócalos de mármol y friso de alabastro sobre el que corre una bella decoración de arquillo trilobulados que simbólicamente sostienen la gran concha que forma la cúpula del mismo.
El suelo es el único de la Mezquita que se conserva original (el suelo de la Mezquita debió de ser estucado) y tiene alrededor un rebaje artificial, a manera de surco, como detalle necesario a la liturgia islámica y no por las vueltas dadas en torno a la capilla por los fieles musulmanes, como han dicho algunos autores.
En este recinto sagrado sólo entraba el Imam o autoridad suprema en la Mezquita.
De las dos capillas laterales, la de la derecha daba entrada a un pasadizo (Sabat), que se abría entre dos muros, cerrado por ocho puertas y por el que el Califa pasaba directamente desde su palacio (Qars al-Julafa), hoy palacio obispal, atravesando la calle; y la de la izquierda daba acceso a dependencias del templo.
En resumen, como dice Idrisí: "su belleza y elegancia desafían toda descripción, ni griegos ni musulmanes labraron obra mas exquisita".
CUARTA ÉPOCA 987 Corresponde esta nueva ampliación al que fue ministro del Califa Hisham II, Muhammad ibn Abi-Amir (Almanzor), que a partir de la fachada oriental de cerramiento de las tres primeras partes añadió ocho naves longitudinales más, ampliando asimismo el patio de abluciones, quedando el edificio agrandado tres veces, pero sin que el conjunto de la obra sea de la importancia del anterior, ya que sólo representa la continuación de la época pasada en su momento decadente.
Esta adición comunica ampliamente con el resto del templo por atrevidas arcadas que perforan el muro oriental primitivo, en el que pueden verse algunas de las antiguas portadas anteriores, que fueron ,unas deshechas y otras tapiadas al iniciarse esta ampliación y cuya importancia, por ello, es de gran valor. la más meridional de esta portada se conserva casi completa.
ALMINAR Y PUERTAS Al hablar de las obras de Abd al-Rahman III en la Mezquita, citábamos la construcción de nuevo minarete, en sustitución del que construyera Hisham I, que al-Nasir mandó destruir para la ampliación del patio.
Este Alminar, maravilla de su tiempo, fue modelo, copiado desde entonces por todos los países musulmanes de occidente. Ejemplos importantes los tenemos en la Torre Hassan, de Rabat; en la Kutubyya, en Marrakush, y en la Giralda de Sevilla.
El Alminar estaba todo construido de sillería, era de planta cuadrada y dos cuerpos, siendo su elevación total de unos cuarenta metros. Tenía en su interior dos escaleras completamente independientes y las fachadas se abrían ajimeces o ventanas gemelas, elemento que aparece por vez primera en construcciones occidentales.
Cerca de la crestería almenada el primer cuerpo corría una arquería de columnas de turquesa, y el segundo cuerpo esta coronado por un fuerte tallo que ensartaba tres granadas de oro y sobre ellas una azucena de plata.
LAS FACHADAS En la fuerte muralla, robustecida por torreones cuadrados que sirve de cerramiento a la aljama cordobesa, se abren numerosas puertas de las que merece destacarse la llamada de San Esteban, en la que aparecen las primeras inscripciones que hacen los musulmanes en la Mezquita y, tal vez de muros y arquerías, puerta construida en época de Abd al-Rahman II.
La del Perdón, hoy puerta principal de la Mezquita-Catedral, fue construida en 1.377, en época de Enrique II de tratamara, hermano bastardo de Pedro I el Cruel, y es una puerta monumental forrada con paños de bronce, con dos bellísimos llamadores e inscripciones con alabanzas al Creador.
Asimismo están las puertas de Santa Catalina, del Caño Gordo y de los Deanes, y dos postigos, uno de ellos, al comienzo de la fachada oriental, de un barroco de complicadas líneas pero de muy bella factura.
En cuanto a las puertas que corresponden a la Mezquita, propiamente dicha, tanto en el muro oriental como en el occidental, fueron magníficamente restauradas a principios de siglo, por el arquitecto Don Ricardo Velázquez Bosco.
LA CATEDRAL CRISTIANA Antes de descubrir la obra catedralicia en el interior de la Mezquita, nos parece justo dar una referencia de la reconquista de la ciudad, por lo que ésta lleva unida al primer templo cordobés.
Corría el año 1.236... Tenían los cristianos en su poder, entre otras las plazas de Andujar y Martos, y en esta última, por gobernador de la frontera a Don Alvar Pérez de Castro.
Estaban los cristianos en paz con Aben Hud, por entonces rey de Córdoba, y hasta en el ejército de éste había cristianos que le auxiliaban en su trabajo de reducir a los rebeldes, no temiendo, por tanto, el monarca mahometano un golpe de mano contra la ciudad, que no por eso dejaba de tener alguna guarnición.
La frontera cristina estaba poblada de almogávares, un cuerpo de tropas libres, gente resuelta que no tenía otro oficio que la guerra, ni vivían más que del botín, no siendo, naturalmente, nada pacíficos.
En muchas ocasiones, desde Andujar, Martos, Úbeda y Castro del Río, salían frecuentemente las tropas cristianas a hacer correrías por el país enemigo. Algunos almogávares, mandados por Tello Alfonso de Meneses, en una de estas cabalgadas encontraron a unos musulmanes, que descontentos y dispuestos a sacudirse el yugo de Aben Hud, habían ido a buscarlos, invitándoles a apoderarse de Córdoba, cosa que los almogávares no creyeron, asegurándoles aquellos y hasta prometiéndoles, sublevar el arrabal de la Ajerquia, que era donde estaban sus partidarios, y que ya, tomado éste, la ciudad sería fácilmente conquistada.
Pusiéronse de acuerdo, y una noche muy lluviosa de aquel invierno llegaron hasta la muralla de Córdoba, en la que apoyaron escaleras por las que subieron varios de ellos, siendo de los primeros en hacerlo el almogávar, Alvar Colodro, cuyo nombre tomó el lugar, y Benito de Baños.
Cuando se encontraron sobre la muralla siguieron silenciosamente por ella, apoderándose de cuantas torres encontraban, y matando a sus guardianes hasta llegar a la puerta llamada de Martos.
Abierta ésta, entraron por ellas el adalid Domingo Muñoz y Pedro Ruiz Tafur con un buen número de caballeros, mientras los de arriba siguieron ganando torres y puertas hasta apoderarse de toda la cerca de arrabal.
El amanecer del día 23 de Enero de 1.236 despertó aterrados a los habitantes de la Ajerquia. Unos, los comprometidos, se unieron al movimiento, otros, huyeron a encerrarse en la parte alta de la Ciudad o Medina, llevando consigo cuanto pudieron; muy pocos acudieron a las armas, pero los de la Medina salieron impetuosamente contra los asaltantes que ya estaban haciendo barricadas en todas las calles, arremetiendo tan fuertemente, que por tres veces tuvieron que retroceder ,los cristianos volviendo hasta la puerta, pero por fin y ayudados eficazmente por los que estaban sobre el muro, consiguieron encerrarlos en la ciudad.
Tan pronto como Ordoño Álvarez, que estaba en Andujar y Don Alvar Pérez de Castro, que se encontraba en Martos, supieron el asalto a Córdoba y el trance apurado en que estaban aquellos guerreros temerarios, acudieron con cuantos soldados le fue posible y entraron en la Ajerquia.
Ordoño Álvarez, antes de venir, envió un mensaje al rey pidiéndole que les amarase en la empresa, encontrando el mensajero a Don Fernando, en Benavente, al que dio cuenta de los sucedido.
Apenas el monarca supo el éxito de los suyos montó a caballo, y con unos cien caballeros emprendió el camino hacia Córdoba.
El itinerario que siguió el rey desde Benavente, fue por Ciudad Rodrigo, Alcántara, Medellín, Magacela, Benquerencia, El Vacar y Alcolea donde sentó sus reales, extendiéndose las tropas por la falda de la sierra.
Al Real sitio, fueron llegando consejos de ciudades grandes señores y caballeros de las Ordenes, juntándose un ejército formidable.
Fernando III vino a Córdoba y examino el arrabal, que los cristianos ya habían fortificado; pero era necesario cercar el resto de la población, y sobre todo, hacer imposible la entrada de víveres en la ciudad, para lo cual, el Rey Santo fue por la margen izquierda del Guadalquivir y ataco la Calahorra apoderándose de ella e impidiendo que por el puente entrasen abastecimientos.
Aben Hud, que andaba por Écija, enterado de lo ocurrido en Córdoba intentó venir a socorrerla, pero al conocer que los cristianos se habían apoderado de todo el arrabal, fingió no saber nada y abandonó a la población con intenciones de volver más tarde con ejército poderoso y reconquistarla, siguiendo, como dice un historiador árabe "el impulso irresistible de la fatalidad que está grabada en tablas de diamante por la mano de la eterna providencia", continuando hasta Almería, donde fue asesinado por el visir de aquella población Al-Rumaní, gobernador de la plaza.
Cuando los cordobeses supieron que el rey árabe los había abandonado a su suerte y sin alimentos, sólo pensaron en capitular, pero Don Fernando no lo consintió. Les pidió la entrega sin condiciones y les dio el permiso de salir en libertad llevando sólo lo que pudieran transportar sobre sus espaldas.
Por duras que pareciesen esta condiciones, no tuvieron los cordobeses más remedio que aceptarlas y el día 29 de Junio de 1.236, abandonaron la ciudad, al mismo tiempo que un heraldo del rey subió por su mandato al minarete de la Gran Mezquita, colocando en él, el estandarte real y la cruz de Cristo.
Pocos días después, el 6 de Julio, San Fernando y su ejército entraron en Córdoba, dirigiéndose a la Mezquita, donde el Obispo de Osma, don Juan, hizo la consagración de la misma en catedral, bajo la advocación de la Asunción de la Virgen y dándole el nombre de Santa María la Mayor.
Fundó el Rey Santo la capilla de San Clemente, hoy desaparecida, en la parte mas meridional de la ampliación hecha en la mezquita por Almanzor y en la que se ofició el culto hasta mediados del siglo XIII, pues en 1.257 el Obispo Don Fernando Mesa convirtió en capilla mayor el pabellón central del comienzo de la ampliación de al-Hakam II, donde puso el altar mayor; y, la sacristía, en el pabellón oriental, tapando la bella arquería sobre cuyo enlucido pintó algunas imágenes Alonso Martínez, fechadas en 1.286, que han sido destruidas en restauraciones mas modernas.
Más tarde, en 1.371, el hermano bastardo de Pedro I, Enrique II de trastamara, mandó construir la Capilla Real o de San Fernando, decorándola al estilo mudéjar, con yeserías de ataurique, zócalos de alicatado y bóvedas de estalactitas.
En ella estuvieron enterrados hasta su traslado a la Colegiata de San Hipólito, los restos de Fernando IV y Alfonso XI.
Por este tiempo fue convertido en capilla de fundación particular, por Alfonso Fernández de Sotomayor, el espléndido Mihrab de la Aljama, cuyo arco de mosaico quedó tapado por el retablo de madera. Es curioso saber, que en la donación que el Rey le hizo de esta capilla le dijo: "que tenga mucho cuidado con ella porque allí está el oratorio de los moros", observándose la recomendación real pues afortunadamente el Mihrab ha llegado a nuestros días intacto.
Hasta entonces los conquistadores de Córdoba habían respetado bastante la Mezquita, en la que sólo habían hecho transformaciones para adaptarla al culto cristiano, con algunas adiciones, que siendo de estilo mudéjar, armonizaban con el conjunto musulmán, pero en el siglo XV, ya en tiempo de los Reyes Católicos, cambió por completo el criterio.
En 1489, el Obispo Don Iñigo de Manrique, aun con protestas de la Reina, reformó la Capilla Mayor, desmontando arcos y columnas y construyendo altos muros con ventanales góticos. Se puso un alto artesanado del mismo estilo y se destruyó el pabellón occidental y la arquería divisoria con el central, sustituyéndolo por un arco ojival de enormes dimensiones.
Igualmente se reformaron las galerías del patio, se transformaron los arcos de herradura y se modificó la crestería de algunos de los muros, cambiando las almena escalonadas por otras con forma de flor de lis.
En 1.523, a propuesta del Obispo Don Alonso Manríquez, al que no gustaba que la Capilla Mayor y el Coro estuvieran a un lado de la iglesia, se planteó la construcción de un crucero en el centro del monumento, comenzándose las obras, con la oposición del Consejo Municipal y el Corregidor, que consideraban la Mezquita como uno de los más bellos templos existentes, y recurrieron al Emperador Carlos V para que él dijese lo que fuera más conveniente.
Entretanto, y para el pueblo, se dictó el siguiente bando: "Nos el Consejo e Corregidor de la muy noble ciudad de Córdoba fazemos saber a vos los alcaldes, alguazyles e justicias desta cibdad é albañyles, canteros, carpinteros é otras personas a quien lo de iuso toca é atañe en cualquier manera, como seyendo informados de la respuest que el dean e Cabildo desta cibdad, de la iglesis della dieron a cierto Requerimiento que por parte desta cibdad les fué hecho sobre el cesar de deshacer la obra de dicha iglesia y como no sobreseen fasta que su magestad mande lo qe mas sea su servizio. Por tanto mandamos queningún albañil, ni cantero, ni carpintero, ni peón,no otra persona alguna no sean osados de tocar en la dicha obra ni desfazer ni labrar cosa alguna della, fasta tanto que por su magestad sea mandado lo que mas sea su servizio, sopena de muerte é de perdimiento de todos sus bienes para la camara e fisco de su magestad; esto porque la obra que se desfaze es de calidad que no se podría volver a fazer con la perfección que esta fecha, os mandamos que se pregone públicamente porque venga anotizia de todos: fecho a quatro días demayo de mil e quinientos eveynte e tre años. Luis de la Cerda.Juan Díaz de Cabrera. Pero Moñys de Godoy. Rodrigo de Molina escribano público é logarteniente de Gonzalo de Hoces, escribano de Concejo."
El emperador aprobó las obras, que continuaron ya sin inconveniente alguno; pero cuando al año siguiente, con motivo de sus bodas con Doña Isabel de Portugal, celebradas en Sevilla, pasó Carlos V por Córdoba,. al contemplar por vez primera la Mezquita y lo que en ella se estaba haciendo, dijo al Obispo Fray Juan de Toledo la célebre frase:
"Si yo hubiera sabido lo que era esto no hubiera permitido que se llegase a lo antiguo: porque haceis lo que hay en otras muchas partes y habeis deshecho lo que era único en el mundo."
La edificación de la capilla mayor o crucero catedralicio, la dirigió el maestro Hernán Ruiz, hasta el 1.547, en que murió, siendo continuada por su hijo llamado también Hernán Ruiz, hasta 1.583 y por el también del mismo nombre, el nieto, que la concluyó en 1.599.
Está proyectada con carácter ojival que se va transformando con el cambio de los estilos arquitectónicos, hasta terminar en herreriano que va degenerando en barroco.
Conviene no olvidar que su comienzo fue en 1.523 y su final, con coro y pulpitos, en 1.766, es decir, que la obra completa duró 243 años.
La planta es de cruz latina. Los arcos torales son ojivales, como también los que forman los del coro. Asimismo es gótica la decoración de la parte baja de los muros y plateresca las ventanas y bóvedas.
El retablo mayor está hecho con mármol rojo de Carcabuey y costó a Fray Diego de Mardones, que lo costeó 50.000 ducados de oro. Las columnas son de una sola pieza en mármol del mismo color y procedencia.
Las pinturas pertenecen al pintor cordobés Palomino Velasco y representan: la Asunción, en el centro, y los mártires cordobesas San Acisclo, Santa Victoria, y las Virtudes, son obras de Pedro de Paz.
El tabernáculo, barroco, hecho de mármol de diversos colores, lo empezó en 1.614 el jesuita Alonso Matías, terminándolo en 1.653 Sebastián Vidal, y las esculturillas que lo adornan las hicieron Pedro Freyre de Guevara y Matías Conrado.
El coro, lo más importante del Crucero, fue tallado por el artista hispalense Duque Cornejo, sobre madera de caoba procedente de la isla de Santo Domingo, y en él están representados: el Antiguo y Nuevo Testamento, la Vida de Nuestra Señora y los principales mártires de Córdoba.
Son también magníficos los púlpitos, igualmente en caoba, y debidos al artista francés Michel de Verdiguier.
La descripción de las capillas, tanto las adosadas a los muros de cerramiento de la mezquita, como las distribuidas por el resto del templo, sería larguísima, pues pasan de cincuenta.
La pintura, que tiene su representación en magníficos primitivos - la Encarnación, de Pedro de Córdoba, fechada y firmada en 1.475 -, pasa luego a otras épocas con pintores cordobeses, como Pablo de Céspedes y Antonio del Castillo entre otros.
Asimismo encontramos esculturas de famosos artistas; por ejemplo; en la Capilla de la Concepción, fundada en 1.662 por el Obispo Fray Alonso Medina y Salizanes, están las del granadino Pedro de Mena, y en la de santa Teresa o del Cardenal Salazar, una magnifica colección de fundadores de órdenes religiosas, entre los que destaca la imagen de santa Teresa todos de mano del también granadino José de Mora, de la escuela de Alonso Cano.
Además de los artistas citados, podemos encontrar en las capillas de la Catedral cordobesa, obras de distintos pintores y escultores, como Vicente Carduccio, Juan de la Cruz Molina, Álvarez Torrado, Juan de Alfaro, José Saló, Virgilio Castelli, Baltasar Drevetón, César D´arbaccia, Peñalosa, AlonsoBerruguete, pedro Campaña, Juan Luis Zambrano, Pedro de Orrente, y otros menos importantes.
En la parte cristiana que describimos consideramos igualmente muy importantes: la Cripta de la Capilla del Cardenal Salazar, y el Tesoro. La Cripta sirvió muchos años de Sagrario, por lo que el pueblo la llamó la Catedral de Abajo. En lo distintos altares que la rodean, hay cuadros del pintor y violinista italiano Pompeyo, y en ella se muestran frontales de altar bordados en los siglos XV y XVI, uno de ellos, el famoso de Agnus Dei; un manuscrito mozárabe del siglo IX, el indiculo Luminosus, del cordobés Álvaro Paolo, joya paleográfica interesantísima; otro códice del siglo X, con las homilías del Beato Esmeragdus; y una magnífica colección de incunables y libros de los siglos XIV, XV y XVI con magnífica encuadernación mudéjar de cuero repujado.
También se conserva en ella la silla de manos del Cardenal Salazar.
En cuanto al Tesoro catedralicio, no intentamos describir, pieza a pieza, todas las joyas que hay en él, por lo que solo diremos que, entre las de mucho valor artístico e histórico que lo constituyen, destaca la maravillosa Custodia, labrada por Enrique de Arfe y estrenada el día del Corpus de 1.518.
Esta Custodia, bien conocida de los cordobeses, pesa 200 kilos de plata y mide dos metros y sesenta y tres centímetros de altura.
Representa una catedral gótica cuya planta es un dodecágono. Esta compuesta de dos cuerpos: en el primero se aloja el viril, y en el segundo, una imagen de la Asunción de la Virgen.
Todo en ella es maravilloso: sus torrecilla góticas, agujas, arbotantes, bóvedas ( en una de las cuales está la firma del artista), repisas, cenefas..., etc., hacen que la Custodia cordobesa sea un patrón ejemplar en la tierra de los maestros de la platería española.
Fue restaurada con poca fortuna por Bernabé García de los Reyes en 1.735. quien le adicionó un basamento, unos dragoncillos y otros adornos de estilo barro, que resaltan rápidamente a la vista, en un mayo de 1.966, le ha sido añadida al viril una aureola hecha con un collar de brillantes, regalo de un cordobés, muy amante de su tierra, cuyo nombre nos ha rogado mantengamos en el anonimato, que hace resaltar más aún, la incomparable belleza del mismo.
Hay también en el Tesoro una magnífica colección de relicarios, entre ellos uno del siglo XIV, con reliquias de los Patronos de Córdoba, San Acisclo y Santa Victoria, firmado por el platero cordobés Damas, y otro llamado "Joyero de la Reina Isabel" que tiene forma de pebetero árabe.
La colección de portapaces es también muy interesante, destacando los firmados por Rodrigo de León.
Asimismo puede contemplarse en él una buena colección de cálices y copones de plata y oro, siendo el mas importante el atribuido al artista italiano , Benvenuto Cellini.
Son también notables en el Tesoro de la Catedral, cuatro grandes cruces. Una de plata sobredorada, de estilo gótico, atribuida a Enrique de Arfe, cuyo trabajo es tan interesante como el de la Custodia. Otra, del mismo metal que la anterior y de igual estilo, pero con adornos barrocos que proceden de una restauración. La tercera, de cristal de roda engarzada en plata y obra del siglo XVI, es ejemplar raro y tal vez único en España, y por fin, la cuarta, que es la mayor de todas, también de plata sobredorada, fue donada por el Obispo Fray Diego de Mardones en 1.620. Tiene esmaltes, oro y pedrería, y pesa aproximadamente, 80 Kilos, siendo una admirable obra del renacimiento español.
De los crucifijos que hay en este tesoro, nos referiremos solamente a uno de marfil, estudio anatómico de un cuerpo humano, tallado en el siglo XVII por el magnífico escultor, pintor y médico granadino Alonso Cano.
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CATEDRAL Y MEZQUITA (Barrio de la Juderia)
En pleno barrio de la Judería, cerca de la Mezquita, Catedral de Córdoba encontramos esta apacible calleja, una de las más tradicionales de la ciudad. Estrechita y sinuosa, sube en una suave pendiente hasta la pequeña plazoleta en la que desemboca. Los balcones enrejados se llenan de flores aromatizando el agradable paseo del visitante. Desde la fuente que centra la plazoleta podemos disfrutar de una de las más bellas vistas de la torre de la Catedral.
Primera Época -- Segunda Época -- Tercera Época -- Cuarta Época -Alminar y Puertas -- Fachadas -- Catedral
Tal vez sería conveniente recordar, antes de contemplar esta maravilla del arte, que la Mezquita de Córdoba está considerada como la mayor del mundo islámico, así como el mayor templo del mundo, ello como consecuencia de sus 24.000 m2 de superficie.
Pero sería también necesario añadir que no se hizo de una sola vez. Se trazó en principio una mezquita, con arreglo a la población musulmana de aquella época, 785 de J.C. (169 años después de la Hégira), templo que hubo que ampliarse en tres ocasiones por el aumento de población, que llegó en el, siglo X, a sobrepasar el millón de habitantes.
El Bayan al-Mugrib de ibn idhari, dice: "Cuando los musulmanes conquistaron Al-Andalus al igual que habían hecho en Oriente, expropiaron a los cristianos rendidos por capitulación , la mitad de toda iglesia que poseían, como por ejemplo, la iglesia de Damasco y otras. Del mismo modo los musulmanes expropiaron a los mozárabes la mitad de la iglesia mayor (Kanisa Kabira) o San Vicente, en el interior de Córdoba y transformaron aquella mitad en Mezquita, quedando el resto en poder de los cristianos, a los que les fueron demolidas las demás iglesias.
Mas cuando se acrecentó el número de musulmanes en Al-Andalus, y floreció Córdoba, y se aposentaron en ella los príncipes árabes con sus ejércitos, aquella mezquita les resultó insuficiente y hubieron de colgarle tribunas, sufriendo los fieles, a causa de la pequeñez del templo, grandes molestias.
Entones Abd- al-Rahman ibn Mu´awiya, el Dajíl (Inmigrado), convocó a los mozárabes cordobeses y les pidió la venta de la parte que poseían de la iglesia mencionada, remunerándoles por ello con una fuerte suma (100.000 dinares), en cumplimiento del pacto por el cual habían capitulado y permitiéndoles la reedificación de aquellas iglesias de las afueras de la ciudad que habían sido demolidas en tiempos de la conquista".
Era el 169 de la Hégira (14 de Julio del 785 de J.C.) Cuando se dio comienzo a la que corriendo el tiempo habría de ser la mayor mezquita del mundo islámico.
La visita cronológica de este templo nos muestra: primero, la evolución de una civilización esplendorosa de donde como caso especial en la historia, pueden estudiarse el principio , la transición, el florecimiento y la decadencia de una civilización (único en el mundo, en el mismo edificio y bajo el mismo techo), y segundo, en el momento de florecimiento, el estilo, que con nombre propio se llama Califal o Árabe-Cordobés, que en Córdoba tendrá su principio y su final.
Este es pues el orden que vamos a seguir en la visita a este monumento, de belleza sin igual, intentando rehacerlo tal como se construyera en sus distintas épocas.
PRIMERA ÉPOCA (785-788) Fue Abd al-Rahman I, el superviviente de la Matanza de Damasco (Omeyas-Abbassies) y primer emir independiente, su fundador, componiéndose el templo que mando construir de dos partes; una descubierta (Sahn), patio para las abluciones y otra cubierta (musalla) o Mezquita propiamente dicha, con capacidad para 10.642 fieles.
Esta parte cubierta, rectangular, la forman once naves longitudinales por doce transversales, es decir, una nave principal, en cuyo fondo y apoyado en el muro de cerramiento (Qibla, muro orientado) se alzaba el Mihrab - nicho al que se deben dirigir las oraciones en el momento del Salat o plegaria - y cinco naves a oriente, por otras tantas a occidente, teniendo al Norte, como fachada principal y sobre el patio de abluciones, un muro abierto por arquerías ya que una mezquita no tiene puertas, pues es fortaleza de fe para los musulmanes.
En su arquitectura encontramos elementos ya conocidos en otras edificaciones anteriores, si bien se puede decir, que es el principio de evolución de ese arte único que con el nombre de Califal o Árabe-Cordobés, es reconocido por las mas importantes autoridades en la materia.
El arco de herradura, en la primera línea, es de ascendencia netamente visigoda y el superior, de medio punto, sirve para dar mayor elevación a los techos, resistencia al conjunto y facilitar la iluminación, por los que ya dejamos dicho, eran arcos abiertos al patio de abluciones.
Asimismo el conjunto de los arcos, es una línea de múltiples acueductos, en donde la doble vertiente de los tejados deposita el agua de lluvia en el canal que hay sobre cada arquería, que por las gárgolas va a salir, inmediatamente, al patio o las calles laterales del templo.
Tanto los arcos de medio punto como los de herradura, están compuestos de dovelas de ladrillo y piedra, para sí aligerar su construcción (había prisa por concluir la Mezquita, debido a la carencia de otras en Córdoba) y sostenidos por un conjunto de capiteles y columnas, procedentes de otras edificaciones anteriores, de Córdoba y de fuera de ella, que hacen de esta primera parte, un interesantísimo museo arqueológico, en el que pueden estudiarse capiteles de los más variados tipos: corintios, visigodos, latino-bizantinos, etc.., así como fustes de los más variados mármoles y coloridos.
Se sabe que Abd al-Rahman I, murió sin ver acabada la Mezquita, aunque ya había orado en ella, siendo su hijo y sucesor, Hishan I, el que la terminara cubriendo las naves con unos artesanados de tipo sirio, construidos con madera de pino de alerce, que no son los que vemos ahora en la nave central, ni los que hay en otro sector de la Mezquita, pues éstos son una reproducción de aquéllos, hachos por artistas cordobeses (Mateo Inurria y otros, bajo la dirección del arquitecto Don Ricardo Velázquez Bosco) a principios de siglo.
También Hisham I acabó el patio de abluciones, construyendo un minarete, que mas tarde sería destruido, para dar paso al que el primer califa omeya, Abd al-Rahman III, erigió en el lugar que hoy está el campanario de la catedral y del que más tarde hablaremos.
En 1972, por iniciativa del Pleno de la Corporación Municipal encabezada por el alcalde, Ecmo Sr. D. Antonio Alarcón Constant, se pidió a la UNESCO, que los miembros del ICOMOS se reunieran en Córdoba para tratar de elevar la categoría de la Mezquita, ya conocida por todo el mundo como monumento excepcional, a Monumento Internacional, cosa que se consiguió, pues de esta reunión resultó la Resolución de Córdoba, en la que además de felicitar a las autoridades civiles y eclesiásticas, los miembros del ICOMOS, acordaron en dicha resolución, tomar nota para decir cuando sean consultados: "Que en efecto, la Mezquita Catedral de Córdoba. Es el encuentro de dos religiones con categoría para ser proclamada Monumento Internacional".
Igualmente, y por los motivos expuestos, se acometieron obras en el templo, consistentes en derribar los tabiques que cerraban las naves occidentales de la primera parte con el patio de abluciones, colocándose en su lugar unas bellísimas celosías, hechas de cedro canadiense y cristales especiales, copiados sus dibujos de ventanas de la propia mezquita, dando con ello más luz al templo.
En 1975, se comenzó la restauración de tejados y las reposición de artesanados en este mismo sector, a cargo de la Dirección General de Arquitectura y del Ministerio de la Vivienda.
SEGUNDA ÉPOCA (833-852) Abd al-Rahman II hijo de Hishan I y bisnieto de Abd al-Rahman I gobernó durante 30 años, desde el 822 al 852, y en período comprendido entre el 833 y el 852, fecha de su muerte, hizo la primera ampliación de la aljama cordobesa, como consecuencia de una población cada vez mayor que hizo insuficiente la primera, añadiendo a aquélla ocho naves transversales más (70 columnas, unos 1.796 m2) con cabida para unos 7.000 fieles, señalándose esta parte como el momento más importante de la evolución del arte de herencia visigoda con el califal-cordobés, pues con Abd al-Rahman II, que es contemporáneo del famoso Harum al-Rashid, Califa de Damasco, Córdoba empieza a resplandecer en el mundo de occidente, como la capital de una corte extraordinaria, donde destacan multitud de sabios, médicos, filósofos, poetas, músicos, etc.., como Ibn Firnás, Ziryab, Ibn al-Sharmir, Yahya al-Gazal, etc..
La construcción del crucero catedralicio en el centro geométrico de la Mezquita, hizo desaparecer más de la mitad de la obra del segundo de las abderramanes, pero puede seguirse la ampliación en el sector occidental de la misma, en donde, si bien todavía se observan los materiales clásicos de otras épocas anteriores, capiteles, columnas, cimáceos, etc.. pueden verse alternados otros de construcción extraordinaria y casi meteórica , que la aljama experimenta a partir de ese momento, terminada en esta parte segunda por Muhammad I, hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, que concluyó la ampliación, ya muy adelantada de su padre y restauró la primera parte, por aquellas fechas ya muy deteriorada.
TERCERA ÉPOCA 961-966 Si bien la tercera época corresponde a la parte añadida a la mezquita por al-Hakam II, al-Mustansir Bi-llah, en las fechas que quedan anotadas, no debemos silenciar las obras hechas por su padre, el primer Califa de Córdoba, Abd al- Rahman III, al-Nasir, en el primer templo.
Consistió la obra en un muro, abierto con once arcos ante la fachada de la primera sala de oración, para sostener el conjunto de mezquita que estaba venciéndose sobre el patio, debido, tal vez, al insuficiente contrarresto de la arquerías del extremo Norte, agravado, seguramente, por el fuerte terremoto del 880, obra de la que da cuenta una placa de mármol empotrada en esta fachada, a la derecha del llamado actualmente Arco de las Bendiciones, que corresponde a la nave principal de la Aljama.
Asimismo, al-Nasir amplió el patio de abluciones y construyó un nuevo alminar, cuya descripción haremos al ocuparnos del patio y de las puertas del templo.
Al-Hakam II inmediatamente de tomar posesión del trono, el 3 de Ramadán del año 350 (15 de Octubre de 961), dio su primera orden, que fue la de comenzar la ampliación del templo, y con el juez Mundhir ben Said, el encargado de obras pías, juristas y testigos, se dirigió al oratorio para estudiar las ampliaciones que podían ejecutarse, acudiendo igualmente, con objeto de trazar los planos y disponer los detalles de la construcción, los jeques y los arquitectos correspondientes.
La dirección quedó encargada a su liberto y principal oficial, el Hachib, Chafar abd al- Rahman, el Eslavo, pero al comenzar los trabajos surgió una disputa sobre la colocación de la Qibla. La Mezquita estaba orientada y al-Hakam pretendió rectificarla, orientando bien el nuevo Mihrab, como había hecho su padre el Madinat al-Zahra. Los arquitectos se inclinaban a mantener la antigua orientación para no alterar la regularidad y simetría del edificio; los astrónomos abogaban por rectificarla, pero el piadoso alfaquí Abú Ibrahim resolvió la disputa al dar la razón a los primeros, no por consideraciones artísticas, sino invocando motivos tradicionales: "El que sigue la tradición, acierta; fracasa el que se entrega a las novedades".
La frase de alfaquí fue seguida al pie de la letra y se dio comienzo a la tercera ampliación de la mezquita cordobesa en el mismo sentido que las dos anteriores.
Empezaba el año 962 y se agregaron al templo primitivo doce naves transversales más hacia mediodía. En ellas está la mejor manifestación del arte califal.
En la entrada se alzaba un lucernario de gran belleza, llamado actualmente Capilla de Villaviciosa, por la imagen de la Virgen que allí se colocara después de la Reconquista y hoy altar mayor del crucero, nos muestra en su estructura, análoga a los que constituyen el Mihrab, las fuertes nerviaduras de piedra, sobre las que se construyen pequeñas bóvedas que forman el conjunto y cuya importancia arquitectónica es interesantísima, al igual que los arcos polilobulares o angrelados, que abren con amplitud los pabellones con su entrecruzamiento, de los que puede decirse que son un adelanto, de casi trescientos años en arquitectura, al resto del mundo.
Las columnas de esta ampliación están alternadas, mármol azul y rojo, para no variar la policromía de las primeras construcciones, los capiteles son de órdenes, corintios simples sobre los fustes azules, y compuestos sobre los de mármol rojo, siendo los arcos de ladrillo y piedra, y de más robustez que en las dos primeras partes.
Pero la obra más notable de la mezquita ampliada por al-Hakam II es sin duda el Mihrab, del que solo cabe decir por su belleza y fantasía, tanto arquitectónica como decorativa que es un trozo de un cuento de las mil y una noches arrancado de sus páginas y hecho realidad en el muro de la Qibla de la Aljama de Córdoba.
Está compuesto el Mihrab por tres capillas con sus correspondientes lucernarios, a manera de cúpulas de las que destaca la central, decorada como las dos laterales con mosaicos o fosefeisas que regaló al Califa de Córdoba, entre otros obsequios, el emperador griego Constantino Porfirogénito.
Esta cúpula, que es una progresión de la que hay al principio de la ampliación, nos muestra que en el cruzamiento de las arquerías que la forman ocho arcos ojivales de perfección extraordinaria (cuatro en las tropas de la anterior) y una gran concha de su centro, cuyo borde, en lugar de mosaicos, está formado por cerámica califal de la época. De ella pendía una lámpara monumental, de plata, que sustentaba 1.454 candilejas de aceite perfumado.
En cuanto al conjunto de capillas, sobre todo la central, con el espléndido arco de foseifesa, el extraordinario alfiz, con las bellas inscripciones cúficas, unas con suras coránicas y otras que dan cuenta de la obra hecha por Alhakam, y la arquería trilobulada ciega que forma el frontal superior de la misma, son sencillamente de una fantasía insuperable.
Los tableros de zócalo del gran arco de la capilla, de magnifica labor, son de una sola pieza en mármol, y los capiteles y las pequeñas columnas de las jambas del ingreso nos muestran el comienzo potente del arte califal-cordobés en los días de abd al-Rahman II, en cuyo Mihrab estuvieron.
El Mihrab, propiamente dicho, es una pequeña estancia formada por un octógono regular en dos de sus caras con zócalos de mármol y friso de alabastro sobre el que corre una bella decoración de arquillo trilobulados que simbólicamente sostienen la gran concha que forma la cúpula del mismo.
El suelo es el único de la Mezquita que se conserva original (el suelo de la Mezquita debió de ser estucado) y tiene alrededor un rebaje artificial, a manera de surco, como detalle necesario a la liturgia islámica y no por las vueltas dadas en torno a la capilla por los fieles musulmanes, como han dicho algunos autores.
En este recinto sagrado sólo entraba el Imam o autoridad suprema en la Mezquita.
De las dos capillas laterales, la de la derecha daba entrada a un pasadizo (Sabat), que se abría entre dos muros, cerrado por ocho puertas y por el que el Califa pasaba directamente desde su palacio (Qars al-Julafa), hoy palacio obispal, atravesando la calle; y la de la izquierda daba acceso a dependencias del templo.
En resumen, como dice Idrisí: "su belleza y elegancia desafían toda descripción, ni griegos ni musulmanes labraron obra mas exquisita".
CUARTA ÉPOCA 987 Corresponde esta nueva ampliación al que fue ministro del Califa Hisham II, Muhammad ibn Abi-Amir (Almanzor), que a partir de la fachada oriental de cerramiento de las tres primeras partes añadió ocho naves longitudinales más, ampliando asimismo el patio de abluciones, quedando el edificio agrandado tres veces, pero sin que el conjunto de la obra sea de la importancia del anterior, ya que sólo representa la continuación de la época pasada en su momento decadente.
Esta adición comunica ampliamente con el resto del templo por atrevidas arcadas que perforan el muro oriental primitivo, en el que pueden verse algunas de las antiguas portadas anteriores, que fueron ,unas deshechas y otras tapiadas al iniciarse esta ampliación y cuya importancia, por ello, es de gran valor. la más meridional de esta portada se conserva casi completa.
ALMINAR Y PUERTAS Al hablar de las obras de Abd al-Rahman III en la Mezquita, citábamos la construcción de nuevo minarete, en sustitución del que construyera Hisham I, que al-Nasir mandó destruir para la ampliación del patio.
Este Alminar, maravilla de su tiempo, fue modelo, copiado desde entonces por todos los países musulmanes de occidente. Ejemplos importantes los tenemos en la Torre Hassan, de Rabat; en la Kutubyya, en Marrakush, y en la Giralda de Sevilla.
El Alminar estaba todo construido de sillería, era de planta cuadrada y dos cuerpos, siendo su elevación total de unos cuarenta metros. Tenía en su interior dos escaleras completamente independientes y las fachadas se abrían ajimeces o ventanas gemelas, elemento que aparece por vez primera en construcciones occidentales.
Cerca de la crestería almenada el primer cuerpo corría una arquería de columnas de turquesa, y el segundo cuerpo esta coronado por un fuerte tallo que ensartaba tres granadas de oro y sobre ellas una azucena de plata.
LAS FACHADAS En la fuerte muralla, robustecida por torreones cuadrados que sirve de cerramiento a la aljama cordobesa, se abren numerosas puertas de las que merece destacarse la llamada de San Esteban, en la que aparecen las primeras inscripciones que hacen los musulmanes en la Mezquita y, tal vez de muros y arquerías, puerta construida en época de Abd al-Rahman II.
La del Perdón, hoy puerta principal de la Mezquita-Catedral, fue construida en 1.377, en época de Enrique II de tratamara, hermano bastardo de Pedro I el Cruel, y es una puerta monumental forrada con paños de bronce, con dos bellísimos llamadores e inscripciones con alabanzas al Creador.
Asimismo están las puertas de Santa Catalina, del Caño Gordo y de los Deanes, y dos postigos, uno de ellos, al comienzo de la fachada oriental, de un barroco de complicadas líneas pero de muy bella factura.
En cuanto a las puertas que corresponden a la Mezquita, propiamente dicha, tanto en el muro oriental como en el occidental, fueron magníficamente restauradas a principios de siglo, por el arquitecto Don Ricardo Velázquez Bosco.
LA CATEDRAL CRISTIANA Antes de descubrir la obra catedralicia en el interior de la Mezquita, nos parece justo dar una referencia de la reconquista de la ciudad, por lo que ésta lleva unida al primer templo cordobés.
Corría el año 1.236... Tenían los cristianos en su poder, entre otras las plazas de Andujar y Martos, y en esta última, por gobernador de la frontera a Don Alvar Pérez de Castro.
Estaban los cristianos en paz con Aben Hud, por entonces rey de Córdoba, y hasta en el ejército de éste había cristianos que le auxiliaban en su trabajo de reducir a los rebeldes, no temiendo, por tanto, el monarca mahometano un golpe de mano contra la ciudad, que no por eso dejaba de tener alguna guarnición.
La frontera cristina estaba poblada de almogávares, un cuerpo de tropas libres, gente resuelta que no tenía otro oficio que la guerra, ni vivían más que del botín, no siendo, naturalmente, nada pacíficos.
En muchas ocasiones, desde Andujar, Martos, Úbeda y Castro del Río, salían frecuentemente las tropas cristianas a hacer correrías por el país enemigo. Algunos almogávares, mandados por Tello Alfonso de Meneses, en una de estas cabalgadas encontraron a unos musulmanes, que descontentos y dispuestos a sacudirse el yugo de Aben Hud, habían ido a buscarlos, invitándoles a apoderarse de Córdoba, cosa que los almogávares no creyeron, asegurándoles aquellos y hasta prometiéndoles, sublevar el arrabal de la Ajerquia, que era donde estaban sus partidarios, y que ya, tomado éste, la ciudad sería fácilmente conquistada.
Pusiéronse de acuerdo, y una noche muy lluviosa de aquel invierno llegaron hasta la muralla de Córdoba, en la que apoyaron escaleras por las que subieron varios de ellos, siendo de los primeros en hacerlo el almogávar, Alvar Colodro, cuyo nombre tomó el lugar, y Benito de Baños.
Cuando se encontraron sobre la muralla siguieron silenciosamente por ella, apoderándose de cuantas torres encontraban, y matando a sus guardianes hasta llegar a la puerta llamada de Martos.
Abierta ésta, entraron por ellas el adalid Domingo Muñoz y Pedro Ruiz Tafur con un buen número de caballeros, mientras los de arriba siguieron ganando torres y puertas hasta apoderarse de toda la cerca de arrabal.
El amanecer del día 23 de Enero de 1.236 despertó aterrados a los habitantes de la Ajerquia. Unos, los comprometidos, se unieron al movimiento, otros, huyeron a encerrarse en la parte alta de la Ciudad o Medina, llevando consigo cuanto pudieron; muy pocos acudieron a las armas, pero los de la Medina salieron impetuosamente contra los asaltantes que ya estaban haciendo barricadas en todas las calles, arremetiendo tan fuertemente, que por tres veces tuvieron que retroceder ,los cristianos volviendo hasta la puerta, pero por fin y ayudados eficazmente por los que estaban sobre el muro, consiguieron encerrarlos en la ciudad.
Tan pronto como Ordoño Álvarez, que estaba en Andujar y Don Alvar Pérez de Castro, que se encontraba en Martos, supieron el asalto a Córdoba y el trance apurado en que estaban aquellos guerreros temerarios, acudieron con cuantos soldados le fue posible y entraron en la Ajerquia.
Ordoño Álvarez, antes de venir, envió un mensaje al rey pidiéndole que les amarase en la empresa, encontrando el mensajero a Don Fernando, en Benavente, al que dio cuenta de los sucedido.
Apenas el monarca supo el éxito de los suyos montó a caballo, y con unos cien caballeros emprendió el camino hacia Córdoba.
El itinerario que siguió el rey desde Benavente, fue por Ciudad Rodrigo, Alcántara, Medellín, Magacela, Benquerencia, El Vacar y Alcolea donde sentó sus reales, extendiéndose las tropas por la falda de la sierra.
Al Real sitio, fueron llegando consejos de ciudades grandes señores y caballeros de las Ordenes, juntándose un ejército formidable.
Fernando III vino a Córdoba y examino el arrabal, que los cristianos ya habían fortificado; pero era necesario cercar el resto de la población, y sobre todo, hacer imposible la entrada de víveres en la ciudad, para lo cual, el Rey Santo fue por la margen izquierda del Guadalquivir y ataco la Calahorra apoderándose de ella e impidiendo que por el puente entrasen abastecimientos.
Aben Hud, que andaba por Écija, enterado de lo ocurrido en Córdoba intentó venir a socorrerla, pero al conocer que los cristianos se habían apoderado de todo el arrabal, fingió no saber nada y abandonó a la población con intenciones de volver más tarde con ejército poderoso y reconquistarla, siguiendo, como dice un historiador árabe "el impulso irresistible de la fatalidad que está grabada en tablas de diamante por la mano de la eterna providencia", continuando hasta Almería, donde fue asesinado por el visir de aquella población Al-Rumaní, gobernador de la plaza.
Cuando los cordobeses supieron que el rey árabe los había abandonado a su suerte y sin alimentos, sólo pensaron en capitular, pero Don Fernando no lo consintió. Les pidió la entrega sin condiciones y les dio el permiso de salir en libertad llevando sólo lo que pudieran transportar sobre sus espaldas.
Por duras que pareciesen esta condiciones, no tuvieron los cordobeses más remedio que aceptarlas y el día 29 de Junio de 1.236, abandonaron la ciudad, al mismo tiempo que un heraldo del rey subió por su mandato al minarete de la Gran Mezquita, colocando en él, el estandarte real y la cruz de Cristo.
Pocos días después, el 6 de Julio, San Fernando y su ejército entraron en Córdoba, dirigiéndose a la Mezquita, donde el Obispo de Osma, don Juan, hizo la consagración de la misma en catedral, bajo la advocación de la Asunción de la Virgen y dándole el nombre de Santa María la Mayor.
Fundó el Rey Santo la capilla de San Clemente, hoy desaparecida, en la parte mas meridional de la ampliación hecha en la mezquita por Almanzor y en la que se ofició el culto hasta mediados del siglo XIII, pues en 1.257 el Obispo Don Fernando Mesa convirtió en capilla mayor el pabellón central del comienzo de la ampliación de al-Hakam II, donde puso el altar mayor; y, la sacristía, en el pabellón oriental, tapando la bella arquería sobre cuyo enlucido pintó algunas imágenes Alonso Martínez, fechadas en 1.286, que han sido destruidas en restauraciones mas modernas.
Más tarde, en 1.371, el hermano bastardo de Pedro I, Enrique II de trastamara, mandó construir la Capilla Real o de San Fernando, decorándola al estilo mudéjar, con yeserías de ataurique, zócalos de alicatado y bóvedas de estalactitas.
En ella estuvieron enterrados hasta su traslado a la Colegiata de San Hipólito, los restos de Fernando IV y Alfonso XI.
Por este tiempo fue convertido en capilla de fundación particular, por Alfonso Fernández de Sotomayor, el espléndido Mihrab de la Aljama, cuyo arco de mosaico quedó tapado por el retablo de madera. Es curioso saber, que en la donación que el Rey le hizo de esta capilla le dijo: "que tenga mucho cuidado con ella porque allí está el oratorio de los moros", observándose la recomendación real pues afortunadamente el Mihrab ha llegado a nuestros días intacto.
Hasta entonces los conquistadores de Córdoba habían respetado bastante la Mezquita, en la que sólo habían hecho transformaciones para adaptarla al culto cristiano, con algunas adiciones, que siendo de estilo mudéjar, armonizaban con el conjunto musulmán, pero en el siglo XV, ya en tiempo de los Reyes Católicos, cambió por completo el criterio.
En 1489, el Obispo Don Iñigo de Manrique, aun con protestas de la Reina, reformó la Capilla Mayor, desmontando arcos y columnas y construyendo altos muros con ventanales góticos. Se puso un alto artesanado del mismo estilo y se destruyó el pabellón occidental y la arquería divisoria con el central, sustituyéndolo por un arco ojival de enormes dimensiones.
Igualmente se reformaron las galerías del patio, se transformaron los arcos de herradura y se modificó la crestería de algunos de los muros, cambiando las almena escalonadas por otras con forma de flor de lis.
En 1.523, a propuesta del Obispo Don Alonso Manríquez, al que no gustaba que la Capilla Mayor y el Coro estuvieran a un lado de la iglesia, se planteó la construcción de un crucero en el centro del monumento, comenzándose las obras, con la oposición del Consejo Municipal y el Corregidor, que consideraban la Mezquita como uno de los más bellos templos existentes, y recurrieron al Emperador Carlos V para que él dijese lo que fuera más conveniente.
Entretanto, y para el pueblo, se dictó el siguiente bando: "Nos el Consejo e Corregidor de la muy noble ciudad de Córdoba fazemos saber a vos los alcaldes, alguazyles e justicias desta cibdad é albañyles, canteros, carpinteros é otras personas a quien lo de iuso toca é atañe en cualquier manera, como seyendo informados de la respuest que el dean e Cabildo desta cibdad, de la iglesis della dieron a cierto Requerimiento que por parte desta cibdad les fué hecho sobre el cesar de deshacer la obra de dicha iglesia y como no sobreseen fasta que su magestad mande lo qe mas sea su servizio. Por tanto mandamos queningún albañil, ni cantero, ni carpintero, ni peón,no otra persona alguna no sean osados de tocar en la dicha obra ni desfazer ni labrar cosa alguna della, fasta tanto que por su magestad sea mandado lo que mas sea su servizio, sopena de muerte é de perdimiento de todos sus bienes para la camara e fisco de su magestad; esto porque la obra que se desfaze es de calidad que no se podría volver a fazer con la perfección que esta fecha, os mandamos que se pregone públicamente porque venga anotizia de todos: fecho a quatro días demayo de mil e quinientos eveynte e tre años. Luis de la Cerda.Juan Díaz de Cabrera. Pero Moñys de Godoy. Rodrigo de Molina escribano público é logarteniente de Gonzalo de Hoces, escribano de Concejo."
El emperador aprobó las obras, que continuaron ya sin inconveniente alguno; pero cuando al año siguiente, con motivo de sus bodas con Doña Isabel de Portugal, celebradas en Sevilla, pasó Carlos V por Córdoba,. al contemplar por vez primera la Mezquita y lo que en ella se estaba haciendo, dijo al Obispo Fray Juan de Toledo la célebre frase:
"Si yo hubiera sabido lo que era esto no hubiera permitido que se llegase a lo antiguo: porque haceis lo que hay en otras muchas partes y habeis deshecho lo que era único en el mundo."
La edificación de la capilla mayor o crucero catedralicio, la dirigió el maestro Hernán Ruiz, hasta el 1.547, en que murió, siendo continuada por su hijo llamado también Hernán Ruiz, hasta 1.583 y por el también del mismo nombre, el nieto, que la concluyó en 1.599.
Está proyectada con carácter ojival que se va transformando con el cambio de los estilos arquitectónicos, hasta terminar en herreriano que va degenerando en barroco.
Conviene no olvidar que su comienzo fue en 1.523 y su final, con coro y pulpitos, en 1.766, es decir, que la obra completa duró 243 años.
La planta es de cruz latina. Los arcos torales son ojivales, como también los que forman los del coro. Asimismo es gótica la decoración de la parte baja de los muros y plateresca las ventanas y bóvedas.
El retablo mayor está hecho con mármol rojo de Carcabuey y costó a Fray Diego de Mardones, que lo costeó 50.000 ducados de oro. Las columnas son de una sola pieza en mármol del mismo color y procedencia.
Las pinturas pertenecen al pintor cordobés Palomino Velasco y representan: la Asunción, en el centro, y los mártires cordobesas San Acisclo, Santa Victoria, y las Virtudes, son obras de Pedro de Paz.
El tabernáculo, barroco, hecho de mármol de diversos colores, lo empezó en 1.614 el jesuita Alonso Matías, terminándolo en 1.653 Sebastián Vidal, y las esculturillas que lo adornan las hicieron Pedro Freyre de Guevara y Matías Conrado.
El coro, lo más importante del Crucero, fue tallado por el artista hispalense Duque Cornejo, sobre madera de caoba procedente de la isla de Santo Domingo, y en él están representados: el Antiguo y Nuevo Testamento, la Vida de Nuestra Señora y los principales mártires de Córdoba.
Son también magníficos los púlpitos, igualmente en caoba, y debidos al artista francés Michel de Verdiguier.
La descripción de las capillas, tanto las adosadas a los muros de cerramiento de la mezquita, como las distribuidas por el resto del templo, sería larguísima, pues pasan de cincuenta.
La pintura, que tiene su representación en magníficos primitivos - la Encarnación, de Pedro de Córdoba, fechada y firmada en 1.475 -, pasa luego a otras épocas con pintores cordobeses, como Pablo de Céspedes y Antonio del Castillo entre otros.
Asimismo encontramos esculturas de famosos artistas; por ejemplo; en la Capilla de la Concepción, fundada en 1.662 por el Obispo Fray Alonso Medina y Salizanes, están las del granadino Pedro de Mena, y en la de santa Teresa o del Cardenal Salazar, una magnifica colección de fundadores de órdenes religiosas, entre los que destaca la imagen de santa Teresa todos de mano del también granadino José de Mora, de la escuela de Alonso Cano.
Además de los artistas citados, podemos encontrar en las capillas de la Catedral cordobesa, obras de distintos pintores y escultores, como Vicente Carduccio, Juan de la Cruz Molina, Álvarez Torrado, Juan de Alfaro, José Saló, Virgilio Castelli, Baltasar Drevetón, César D´arbaccia, Peñalosa, AlonsoBerruguete, pedro Campaña, Juan Luis Zambrano, Pedro de Orrente, y otros menos importantes.
En la parte cristiana que describimos consideramos igualmente muy importantes: la Cripta de la Capilla del Cardenal Salazar, y el Tesoro. La Cripta sirvió muchos años de Sagrario, por lo que el pueblo la llamó la Catedral de Abajo. En lo distintos altares que la rodean, hay cuadros del pintor y violinista italiano Pompeyo, y en ella se muestran frontales de altar bordados en los siglos XV y XVI, uno de ellos, el famoso de Agnus Dei; un manuscrito mozárabe del siglo IX, el indiculo Luminosus, del cordobés Álvaro Paolo, joya paleográfica interesantísima; otro códice del siglo X, con las homilías del Beato Esmeragdus; y una magnífica colección de incunables y libros de los siglos XIV, XV y XVI con magnífica encuadernación mudéjar de cuero repujado.
También se conserva en ella la silla de manos del Cardenal Salazar.
En cuanto al Tesoro catedralicio, no intentamos describir, pieza a pieza, todas las joyas que hay en él, por lo que solo diremos que, entre las de mucho valor artístico e histórico que lo constituyen, destaca la maravillosa Custodia, labrada por Enrique de Arfe y estrenada el día del Corpus de 1.518.
Esta Custodia, bien conocida de los cordobeses, pesa 200 kilos de plata y mide dos metros y sesenta y tres centímetros de altura.
Representa una catedral gótica cuya planta es un dodecágono. Esta compuesta de dos cuerpos: en el primero se aloja el viril, y en el segundo, una imagen de la Asunción de la Virgen.
Todo en ella es maravilloso: sus torrecilla góticas, agujas, arbotantes, bóvedas ( en una de las cuales está la firma del artista), repisas, cenefas..., etc., hacen que la Custodia cordobesa sea un patrón ejemplar en la tierra de los maestros de la platería española.
Fue restaurada con poca fortuna por Bernabé García de los Reyes en 1.735. quien le adicionó un basamento, unos dragoncillos y otros adornos de estilo barro, que resaltan rápidamente a la vista, en un mayo de 1.966, le ha sido añadida al viril una aureola hecha con un collar de brillantes, regalo de un cordobés, muy amante de su tierra, cuyo nombre nos ha rogado mantengamos en el anonimato, que hace resaltar más aún, la incomparable belleza del mismo.
Hay también en el Tesoro una magnífica colección de relicarios, entre ellos uno del siglo XIV, con reliquias de los Patronos de Córdoba, San Acisclo y Santa Victoria, firmado por el platero cordobés Damas, y otro llamado "Joyero de la Reina Isabel" que tiene forma de pebetero árabe.
La colección de portapaces es también muy interesante, destacando los firmados por Rodrigo de León.
Asimismo puede contemplarse en él una buena colección de cálices y copones de plata y oro, siendo el mas importante el atribuido al artista italiano , Benvenuto Cellini.
Son también notables en el Tesoro de la Catedral, cuatro grandes cruces. Una de plata sobredorada, de estilo gótico, atribuida a Enrique de Arfe, cuyo trabajo es tan interesante como el de la Custodia. Otra, del mismo metal que la anterior y de igual estilo, pero con adornos barrocos que proceden de una restauración. La tercera, de cristal de roda engarzada en plata y obra del siglo XVI, es ejemplar raro y tal vez único en España, y por fin, la cuarta, que es la mayor de todas, también de plata sobredorada, fue donada por el Obispo Fray Diego de Mardones en 1.620. Tiene esmaltes, oro y pedrería, y pesa aproximadamente, 80 Kilos, siendo una admirable obra del renacimiento español.
De los crucifijos que hay en este tesoro, nos referiremos solamente a uno de marfil, estudio anatómico de un cuerpo humano, tallado en el siglo XVII por el magnífico escultor, pintor y médico granadino Alonso Cano.
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CATEDRAL Y MEZQUITA (Barrio de la Juderia)
En pleno barrio de la Judería, cerca de la Mezquita, Catedral de Córdoba encontramos esta apacible calleja, una de las más tradicionales de la ciudad. Estrechita y sinuosa, sube en una suave pendiente hasta la pequeña plazoleta en la que desemboca. Los balcones enrejados se llenan de flores aromatizando el agradable paseo del visitante. Desde la fuente que centra la plazoleta podemos disfrutar de una de las más bellas vistas de la torre de la Catedral.
ALCÁZAR DE LOS REYES CRISTIANOS
El Alcázar cordobés, fortaleza y palacio de sólidos muros, encierra en su interior gran parte de la evolución arquitectónica cordobesa. Restos romanos y visigodos conviven con los de origen árabe en este majestuoso solar, ya que fue lugar predilecto de los distintos gobernantes de la ciudad. Cuando en 1236 Córdoba es conquistada por Fernando III el Santo, el edificio, que formaba parte del antiguo Palacio Califal, estaba totalmente asolado. Alfonso X el Sabio comienza su restauración, completada durante el reinado de Alfonso XI. A lo largo de la Historia se le ha dado múltiples usos, como Sede del Santo Oficio (Inquisición), o cárcel (en la primera mitad del siglo XIX).
El Alcázar cordobés, fortaleza y palacio de sólidos muros, encierra en su interior gran parte de la evolución arquitectónica cordobesa. Restos romanos y visigodos conviven con los de origen árabe en este majestuoso solar, ya que fue lugar predilecto de los distintos gobernantes de la ciudad. Cuando en 1236 Córdoba es conquistada por Fernando III el Santo, el edificio, que formaba parte del antiguo Palacio Califal, estaba totalmente asolado. Alfonso X el Sabio comienza su restauración, completada durante el reinado de Alfonso XI. A lo largo de la Historia se le ha dado múltiples usos, como Sede del Santo Oficio (Inquisición), o cárcel (en la primera mitad del siglo XIX).
CABALLERIZA REALES
Felipe II diÓ rienda suelta a su afición por los caballos y a su proyecto de crear el pura raza español. Para ello mando construir las Caballerizas Reales en una parte del solar del Alcázar. Comparte con la fortaleza real el marcado de carácter militar. En este atractivo edificio se crió el caballo español, también llamado andaluz, de ascendencia árabe. La estancia principal, cuya cubierta de bóveda de arista es soportada por columnas de piedra arenisca, está dividida en pequeñas cuadras o boxes.
Felipe II diÓ rienda suelta a su afición por los caballos y a su proyecto de crear el pura raza español. Para ello mando construir las Caballerizas Reales en una parte del solar del Alcázar. Comparte con la fortaleza real el marcado de carácter militar. En este atractivo edificio se crió el caballo español, también llamado andaluz, de ascendencia árabe. La estancia principal, cuya cubierta de bóveda de arista es soportada por columnas de piedra arenisca, está dividida en pequeñas cuadras o boxes.