Hoy es el primer amanecer de Otoño; la inestabilidad atmosférica no ha querido faltar, con su lluvioso primer día al paseo; el tiempo se presenta húmedo y frío; temo que es un mal día para mi Anguie. Ella no conoce la lluvia, y su paseo será muy distinto al que está acostumbrada; como siempre, no se separará de mí, sabe que lo próximo será salir a la calle y disfrutar callejeando conmigo.
Anguie es una deliciosa y encantadora perrita de tan sólo nueve meses; es un cruce entre su madre, una bóxer inglesa, de color blanco y su padre de raza desconocida; es de color ocre, a excepción de; el blanco de su tórax, en el hocico y las patas. Su pelaje es muy corto y suave; sus orejas flácidas les caen por los lados y tiene unos ojos muy expresivos. Le gusta jugar mucho co la pelota, y si ve a un niño con una; me las deseo para controlarla, a pesar de lo pequeña, es muy fuerte, a veces casi me arrastra.
Mientras desayuno espera enroscada en el suelo, sin apartar su vigilante mirada de mí, cuando doy el último sorbo al café, me incorporo, ella hace lo mismo (como si de un ritual repetido fuese). Se coloca trás de mí, sin apartarse, como si existiera un lazo invisible que nos tuviera unidos.Le coloco su collar, dudando si sería conveniente sacarla con este tiempo; me preocupa que crea que no he querido darle su paseo, mejor dejar que ella misma decida, si le apetece o no pasear.
Cierro la puerta de la casa, y ya está tirando de la correa impaciente; al bajar las escalera presurosa, evidencia las ganas que tiene de salir. Pronto estamos en la puerta de la calle, es la primera en pisar la acera, tras ella lo hago yo, mirando al cielo, convenciéndome de no ser un buen día para pasear, pero Anguie debe entender todo lo contrario.
Una voz desconocida, con timbre muy suave y extraño, comentó.
– ¡Que frío hace!, ha debido llover mucho, la calle está muy encharcada.
Esto me llama la atención, me giro para asentir que comparto su opinión, cuando veo que estoy solo, miro hacia arriba pensando que sería la vecina del primero, quien hacia tal comentario, pues no, el balcón estaba cerrado.
– ¡Que estoy aquí! ¡aquí!, ¡Soy yo!
Me lo pareció, o debió ser una alucinación, pensé que era Anguie la que me hablaba.
– ¡¡No!! ¡¡No podía ser!! los perros no pueden hacerlo y, como si adivinara mis aturdidos pensamientos, insiste en llamar mi atención.
– Que sí, que puedo hablar y me dirijo a tí, decía otra vez.
Asustado, quise darme media vuelta y volver a entrar, pero ella giró la cabeza, tensando la correa quiso tirar de mí.
– ¿Es que me vas a dejar sin mi paseo por haberte desvelado mi secreto?
– ¡¡Anguie!! ¡¡Pero si eres tú!! - exclamé confuso y muy asombrado.– ¡¡Pero si tú eres un perro!!, ¿Cómo tienes esa facultad?
– Soy una perrita que no es lo mismo, -- contestó ella.
Entonces decidí alejarme de la puerta, lo más presuroso que pude, no quería que alguien nos viera así y me tomaran por loco, por que ésto es de locos. Recordé un bonito y pequeño lugar ajardinado donde solía llevarla algunas veces, está muy apartado del tránsito y a esa hora, también de las personas. Es imposible, me decía y me repetía continuamente, no puede ser, no puede ser. Anguie parecía ajeno a mis turbaciones, pensé y creí ver, que se dibujaba una sonrisa traviesa en sus mandíbulas; sus vivos ojos parecían burlones y pícaros, pero ella, como siempre, caminaba a mi lado como dócil y agradecida compañera de su amo. No podía pensar en otra cosa, lo que me está sucediendo no puedo contárselo a nadie, a menos que opte por una plaza, indefinida, de interno en el psiquiátrico....
– ¿ Estás enfadado conmigo por haberte hablado?
Dice mirándome con cara inocente, la que pone cuando quiere que le dé parte de mi almuerzo o cena, y que siempre me convence.
– Es que es imposible, ¡Eres un animal y no debería poder hablar¡ ¿Cómo puede ser eso?. No estoy enfadado, ¿Cómo lo voy a estar?, estoy perplejo y aturdido, ¡No negarás que es increíble lo tuyo!
– Lo siento, no quería preocuparte, pero eres mi amo y te quiero mucho, siempre estás conmigo y me proteges, por eso te he elegido a ti, sólo puedo hablar con un humano y ese eres tú.
– Es decir ¿me haces un honor? y ¿también debo agradecértelo?
– ¿Y por qué no? Tú tienes una bonita familia y esa es la razón de estar contigo, yo te elegí cuando era un alma en el cielo, de perro, claro.
– ¿Además tienes alma?
– Sí, y por consiguiente también corazón.
– En eso de elegirnos te equivocas, fue mi hijo Leonardo quien te trajo a casa, y entre todos te aceptamos, eras muy pequeña y cariñosa, tendrías sobre dos meses, ¿Y cómo es que hasta hoy no has hablado? ¿Que es lo que ha sucedido? ¿ Por qué hoy decides hacerlo conmigo?
– Porque hoy es el día en que estoy autorizada. Siempre ha de ser el comienzo de una estación y ya es Otoño.
Me contesta, dejando su boca maliciosamente abierta y expectante ante mi perplejidad.
– Hoy puedo hablar contigo y para mí es especial, tenía muchas ganas de ello, pero eres un zoquete y no te enteras de nada; no sabes ni cuando quiero que te detengas. ¿ No has visto al bóxer que nos encontramos tantas veces? sí, ese tan fuerte y altivo, al que tu no me dejas acercarme, ¿Crees que porque me ladra quiere hacerme daño?, me está ligando con sus bravatas y a mí me gusta, pero tú tiras que tiras de la correa y yo vuelvo a perder otra nueva ocasión. Ya lo sabes, la próxima vez, cuando lo encontremos de nuevo, déjame flirtear con él, ¿vale?
– ¡Pero! ¿Cómo podemos estar hablando los dos? ¿Nunca he visto a nadie hacerlo?
– Eso es lo que tú te crees, obsérvalos bien y verás como lo hacen, mucho más de lo que tu piensas.
– Si claro, a nosotros los humanos, pero no a los animales, y tú eres una perrita.
– ¿Puedo proponerte una solución?. Si quieres podemos comunicarnos con el corazón y nadie lo advertirá.
– ¿Se puede con el corazón? ¿Es posible hacerse de esa forma? ¿Cómo puede hacerse? dímelo.
Y mirándome otra vez, como divertida por mi perplejidad, me ladra, perdón, quise decir, me dice.
–Tu cuando quieres hablar con Dios, ¿No lo haces con el corazón? pues es lo mismo, inténtalo y verás cómo te contesto.
– Bien, lo voy probar, espera un momento, me concentro y pienso “Qué guapa y hermosa estás Anguie, pero necesitas un buen baño”.
– Gracias, pero lo del baño déjalo para otro día, que hoy hace algo de frió.
¡Me quedo estupefacto!, a su vez, viene a mi mente como un mensaje, “Tienes el bigote ladeado, hoy no te lo has peinado”, e instintivamente me paso los dedos por el bigote arreglándolo.
– Ahora está mejor.
No se si por estar asustado o no, pero la mano se me quedó como petrificada,
– ¡Es cierto!, exclamé, se puede hacer, podemos hablar sin emitir sonido. Tú has acertado mis pensamiento y yo los tuyos.
– ¿Lo ves? eres un incrédulo, debes confiar más en mí, aunque sea una perrita...
– Entonces cuando salgamos de paseo podremos charlar de muchas cosas, porque tú tendrás una visión muy diferente a la mía, al ser un animal, aunque puedas conversar, no dejaras de ser mi mi perrita Anguie – De acuerdo, pero no le digas a nadie que yo puedo hablarte, si lo comentas, ya no podré hacerlo nunca más, ¿no querrás dejarme muda?, ¡eh!.
Asentí felizmente, muy satisfecho de la nueva situación que me había proporcionado y sin hacer más comentarios, continuamos nuestro paseo. De vez en cuando nuestras miradas, felices y maliciosas, se cruzaban en una complicidad agradable y divertida.
“Presiento que, ésto es el comienzo de una larga y bonita amistad”. ¿De qué me suena esta frase?.