PLAZA DE LA CORREDORA
Tal vez, lo que corriendo el tiempo se llamó Plaza de la Corredera, fuera en época romana la entrada principal del Anfiteatro de Córdoba - no debemos olvidar la proximidad de la plaza, con la iglesia de San Pablo por parte del huerto, en la actual calle Teniente de Hoces, y en donde parece ser estaba dicho Anfiteatro - y en cuyas termas y paseos, pueden proceder los magníficos mosaicos en ella encontrados después de derribar el horrible tenderete, en otros tiempo construido para mercado de abastos, y hacer excavaciones para el nuevo, subterráneo, dejando la plaza expedita; mosaicos, que se llevaron al Alcázar de los Reyes Cristianos, en cuyo Gran Salón, se encuentran.
El enorme rectángulo rodeado de soportes y balcones corridos de la singular plaza, única castellana en Andalucía, tenía en su centro una fuente, que más tarde se trasladó a la Plaza de San Andrés.
En la Corredera, se corrieron toros y cañas, se celebraron autos de fe y se hicieron ejecuciones cuando los franceses invadieron España. Conserva en su lado de levante, la calleja, llamada del Toril, por donde salían los toros para aquellos festejos.
En lugar de leyendas, algunas curiosísimas, como la que se cuenta del caballero don Clemente de Cáceres, que cuando regresaba a su casa por las callejas del Toril, de vuelta de sus rondas amorosas, fue atacado por sus enemigos confabulados y pudo huir hasta la vecina Ermita del Socorro, cuya puerta cerrada, cedió, milagrosamente, pudiendo ponerse a salvo cuando ya estaba al alcance de sus perseguidores.
En el año 1863, el corregidor de Córdoba, don Francisco Ronquillo y Briceño hizo obras muy importantes, venciendo mucha dificultades que se oponían a su realización, sobre todo en las casas propiedad de las señoras doña Jacinta de Angulo y doña María Fernández de Córdoba, quienes se opusieron al derribo de las mismas.
Las obras se hicieron bajo la dirección del arquitecto don Antonio Ramos, que tuvo a sus órdenes a los maestros mayores, Antonio García y Francisco Beltrán, llegando el importe de las mismas a 752.972 reales y 8 maravedises.
Autorizada la fundación de la misma por la orden de Santo Domingo, trás la conquista de la ciudad, hacia 1237, eligiéndose un lugar próximo a la Puerta de la Pescadería en la Axerquía. La construcción de la iglesia se llevó a cabo entre el tercio final del XIII y los comienzos del XIV. Fue desamortizado como dominico y cedido a final del Ochocientos a los Misioneros del Corazón de María por el obispo Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros. La portada que se nos muestra en la postal es la principal, con columnas salomónicas y una hornacina con la efigie de San Pablo. Realizada en 1706 por los canteros lu- centinos Andrés del Pino y Bartolomé de Rojas.
La plaza de Osio, llamada antiguamente del Conde de Cabra y después del Duque de Sessa, pues ambos nobles tuvieron casas en este lugar que destinarían a la fundación del convento de San Rafel de la orden capuchina, se encuentra hacia el final de la calle Alfonso XIII conforme ascendemos desde Capitulares. Esta presidida por la estatua marmórea del Obispo Osio, que participó en el Concilio de Nicea y al que se le debe la oración del Credo. La iglesia barroca, que cierra la plaza en dos laterales, se levantó bajo el patrocinio del obispo Siuri en 1725.
Tal vez, lo que corriendo el tiempo se llamó Plaza de la Corredera, fuera en época romana la entrada principal del Anfiteatro de Córdoba - no debemos olvidar la proximidad de la plaza, con la iglesia de San Pablo por parte del huerto, en la actual calle Teniente de Hoces, y en donde parece ser estaba dicho Anfiteatro - y en cuyas termas y paseos, pueden proceder los magníficos mosaicos en ella encontrados después de derribar el horrible tenderete, en otros tiempo construido para mercado de abastos, y hacer excavaciones para el nuevo, subterráneo, dejando la plaza expedita; mosaicos, que se llevaron al Alcázar de los Reyes Cristianos, en cuyo Gran Salón, se encuentran.
El enorme rectángulo rodeado de soportes y balcones corridos de la singular plaza, única castellana en Andalucía, tenía en su centro una fuente, que más tarde se trasladó a la Plaza de San Andrés.
En la Corredera, se corrieron toros y cañas, se celebraron autos de fe y se hicieron ejecuciones cuando los franceses invadieron España. Conserva en su lado de levante, la calleja, llamada del Toril, por donde salían los toros para aquellos festejos.
En lugar de leyendas, algunas curiosísimas, como la que se cuenta del caballero don Clemente de Cáceres, que cuando regresaba a su casa por las callejas del Toril, de vuelta de sus rondas amorosas, fue atacado por sus enemigos confabulados y pudo huir hasta la vecina Ermita del Socorro, cuya puerta cerrada, cedió, milagrosamente, pudiendo ponerse a salvo cuando ya estaba al alcance de sus perseguidores.
En el año 1863, el corregidor de Córdoba, don Francisco Ronquillo y Briceño hizo obras muy importantes, venciendo mucha dificultades que se oponían a su realización, sobre todo en las casas propiedad de las señoras doña Jacinta de Angulo y doña María Fernández de Córdoba, quienes se opusieron al derribo de las mismas.
Las obras se hicieron bajo la dirección del arquitecto don Antonio Ramos, que tuvo a sus órdenes a los maestros mayores, Antonio García y Francisco Beltrán, llegando el importe de las mismas a 752.972 reales y 8 maravedises.
Autorizada la fundación de la misma por la orden de Santo Domingo, trás la conquista de la ciudad, hacia 1237, eligiéndose un lugar próximo a la Puerta de la Pescadería en la Axerquía. La construcción de la iglesia se llevó a cabo entre el tercio final del XIII y los comienzos del XIV. Fue desamortizado como dominico y cedido a final del Ochocientos a los Misioneros del Corazón de María por el obispo Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros. La portada que se nos muestra en la postal es la principal, con columnas salomónicas y una hornacina con la efigie de San Pablo. Realizada en 1706 por los canteros lu- centinos Andrés del Pino y Bartolomé de Rojas.
La plaza de Osio, llamada antiguamente del Conde de Cabra y después del Duque de Sessa, pues ambos nobles tuvieron casas en este lugar que destinarían a la fundación del convento de San Rafel de la orden capuchina, se encuentra hacia el final de la calle Alfonso XIII conforme ascendemos desde Capitulares. Esta presidida por la estatua marmórea del Obispo Osio, que participó en el Concilio de Nicea y al que se le debe la oración del Credo. La iglesia barroca, que cierra la plaza en dos laterales, se levantó bajo el patrocinio del obispo Siuri en 1725.