Un compañero de viaje
La noche oscurecía el asfalto de la carretera y la lluvia, como aliada de la noche, se hizo presente, decidí aminorar la velocidad de mi auto, pues con este tiempo, de noche y lloviendo, era arriesgado la conducción por una carretera rural, y no en muy buenas condiciones. Desde la irrupción de las autovías, los conductores la preferían a las comarcales por su mejores condiciones para conducir sobre ellas. Yo prefiero la rural, me gusta más pasar por los pueblo y cruzar sus aldeas. estas carreteras estaban sufriendo un abandono, debido a su poco uso, por lo que estas quedaban sentenciadas a un olvido en su mantenimiento y continuo deterioro.
Este día, como decía, me encontraba conduciendo en tan desapacibles circunstancias atmosféricas por la autovía,esperaba llegar a casa pronto, pues ya llevaba conduciendo más tres horas y no me gustaba como se acrecentaba la lluvia. Me sentía aliviado al confiar en el asfalto, parecía muy segura. Tras el parabrisas, a lo lejos, una diminuta luz roja llamó mi atención. Disminuyo mi velocidad hasta aproximarme. Un cartel iluminado con un pequeño farolillo colgado sobre un tronco de madera. Una escritura de brocha en la madera, como pintada espontáneamente, en el cual se me indicaba con una flecha a la derecha. No tenía más opción hice caso al inoportuno cartel y me desvié continuando mi viaje.
Pasado un largo recorrido la lluvia había disminuido su intensidad, cuando advertí que durante varios kilómetros no había visto casa alguna al borde de la carretera ni viandante alguno, tampoco pasé por alguna comarca, ni lejanas luces que atravesaran la oscuridad nocturna y que delataran ventanas o puertas iluminadas. Estaba todo muy solitario me parecía muy anormal, lo cierto es que nunca circulé por esta vía, me era desconocida, pensé que tal vez más adelante encontraría signos vitales de la civilización y que todo se normalizaría. Estos pensamientos me tranquilizaron y dejé de darle importancia.
El asfalto de la carretera cada vez empeoraba más, con continuos baches y salpicaduras de aguas a los lados, no me encontraba tranquilo. Si sufriera aquí una avería creo que lo pasaría muy mal. Me sentía como perdido y empezaba a arrepentirme de haber cogido el desvío y no haber regresado dando la vuelta, esperaba que el viaje se normalizara pronto porque me empezaba a preocupar.
Poco duró la tranquilidad, enfrente la visibilidad se hacía más opaca y la niebla comenzaba a invadir todo el entorno, aminore la velocidad porque a pocos metros delante no podía distinguir bien la carretera y podía tener un desagradable choque con algún otro elemento físico que me encontrara delante, y no visto a tiempo.
Después de un recorrido, que se me hizo eterno, la niebla parecía desvanecerse y la carretera aparecía mas limpia y mas visible. Por fin a lo lejos me pareció ver una figura lejana caminando por el borde de la carretera, aminoré la marcha y entre el movimiento del limpiaparabrisas, puede ver que el sujeto parecía hacerme señal para detenerme, ¿Cómo puede una persona caminar por la carretera con este tiempo? Cuando llegué a él vi que estaba calado hasta los huesos por la lluvia, era un anciano con barba y gafas, tenía el sombrero arrugado por la lluvia, ¿Cómo una persona tan mayor andaba solitario por la carretera y sobre todo con este tiempo, me pregunté? .Detuve el coche , el anciano se inclinó con gesto de decirme algo, sonriendo golpeó levemente el cristal de la ventanilla, gire la manivela con cierto nerviosismo sin dejar de mirarle un instante.
– Hola hijo, ¿Me puedes llevar?, – me dijo – Voy al pueblo próximo, y perdona por haberte llamado hijo, es una costumbre muy de mi edad. con una voz ronca me pidió subir al coche, me afloje el cinturón para abrirle la puerta, ansioso por saber quién era, y que hacia allí, Estaba muy nervioso y necesitaba relajarme un poco. Hablar con alguien fue una oportunidad para ello y él se me presentó como un alternativa a mi solitario viaje lleno de incertidumbre.
– ¿A dónde vas abuelo? – Pregunte con un tono cordial y cariñosamente – No he visto por aquí ninguna casa o pueblo.-- Me miró y me encontré con dos ojitos brillante fijos en mí como esperando mi invitación a subir al coche.
– ¿Y cómo un día tan desapacible caminando por la carretera? ¿Deberías estar ya muy cerca de su casa?
– No, no está muy cerca, todo lo contrario, se encuentra muy lejos de aquí, pero hoy es un día muy especial, debo de estar encontrarme con mi hijo.
– Pues me alegro de ello y de poder ayudarle, suba yo le llevare – una vez dentro le señalé al cinturón de seguridad para que se lo pusiera, tuve que ayudarle un poco, parecía algo torpe con estas cosas. Una vez acomodado inicie la marcha del vehículo.
– Dígame cuando y donde quiere que le deje para que pueda reunirse con su hijo.
– No te preocupes, cuando lleguemos te lo haré saber, aún queda algo de camino, parece que la carretera está en mejores condiciones ahora.
– Me disponía a preguntarle cómo se llamaba, cuando se me adelantó diciéndome, me llamo Fernando y ha sido muy amable al detenerse Señor...
Me alegró oírle hablar con un tono tan dinámico, y con gran satisfacción le contesté.
– ¡Encantado hombre!, Me llamo Alejandro, pero todos me llama Alex, cosas de los tiempos de hoy, que se tienden a minimizarlo todo.
– Debe estar usted muy contento de ver a su hijo, le pregunté sin quitarle mis ojos de los suyos, esperaba que el viejo y arrugado rostro reflejara un gesto de felicidad, esa era mi intencionada pregunta.
Se incorporó y con expresión del que va a decir algo muy solemne e importante, tras un inquietante silencio, me responde.
– Hace mucho años, demasiados para mi, que no veo a mi hijo.
– No pude evitarlo, detuve el coche, le miré, el no me quitaba sus pequeños e inquietantes ojos, esta vez firmes y penetrantes, como si fuera a emitir una sentencia condenatoria.
– ¡¡Pero hombre!! ¿Cómo es que no ha visto a su hijo en tanto tiempo?, y sobre todo elegir el día tan malo para ir a verlo, con lo peligroso que es deambular por una carretera perdida y de noche, con niebla, lloviendo y encima la edad que debe tener, es muy arriesgado para Usted, puede coger una pulmonía o que le atropellen.
– Es cierto, el autocar no pasa por esta carretera y otra persona muy amable me llevo hasta el corte de la desviación y desde entonces voy caminando hasta que Ud. apareció y se detuvo. – Después de un largo silencio en el parecía meditar la pregunta – ¿Dijiste que te llamabas Alejandro, bueno Alex? Veras hace muchos años me marché de casa sin poder despedirme de él, fue algo imprevisto, sobre todo para mi hijo. A su madre cuando podía ayudarla lo he hecho, pero tenía algunos planes para mi familia y muchas cosas que hacer, á más importante sacarles de la pobreza y me fui a Alemania. Me sacrifique trabajando muy duro por el mundo, les ayudaba lo que podía económicamente y sufría alejados de ellos porque mi vida fue muy dura, no poder verlos, abrazarlos y hablar de cosas familiares, ver crecer a mi chico y verle hacerse un hombre. Sentirme orgulloso de ser su padre, ya sabes, todos los sueños que los padres nos hacemos cuando nacen nuestros hijos.
– ¿Y cree usted que después de tanto tiempo sin noticias suyas le va a recibir así, sin más?.
Volvió el largo silencio, me miró, después desvió su mirada me pareció ver que su rostro se contraía, inhalo y suspiro como algo contrariado. Continuo callado, me sentí responsable de haberle inducido a este momento de contrariedad y tristeza, parecía dudar en responder, pero al volver a mirarle con un sentimiento de culpabilidad me sorprendió su calma, e incluso me pareció que sonreía, y con decidida expresión me afirmó.
– Mi hijo es un gran muchacho y estoy seguro que su madre le habrá hablado bien de mi y las circunstancias que provocaron esta situación, no creo que le haya infundido rencor hacia mí, le dirá que debería sentirse orgulloso de su padre, que le quiso siempre aunque no haya tenido oportunidad de demostrárselo, en fin, espero encontrar en él capacidad de perdonar y no guardarme rencor, me dolería más que su ausencia, sentir su odio y rencor hacia mi.
Me sentí apenado y contagiado por la incertidumbre que le había provocado con mi pregunta, ¿Mas no entendía como podía este pobre hombre presentarse ante su hijo y decirle sin más, Hola hijo aquí estoy he vuelto, soy tu padre? Rehúso estos pensamientos, siento lastima por él, parecía abatido,una vez feliz otra hundido en la tristeza, me desconcertaba tanto que decidí no continuar con el tema, puse de nuevo el movimiento el coche, pasó un largo rato sin que el silencio se interrumpiera, gire mi mirada y le pregunté.
– Señor Fernando, ¿Cómo se llama el pueblo donde está su hijo? ¿Ya no debe de faltar mucho...?
– No hijo, no, ya estamos muy cerca, estamos llegando, además está amaneciendo, el pueblo es muy pequeño y se llama La Paz.
– ¡Bonito nombre! Nunca había oído hablar de este pueblo, ni sabía que existiera tal lugar. ¿Cuándo lleguemos quiere usted que me espere, por si… ya sabe…?
– No hace falta, me quedaré el tiempo suficiente para decirle cuanto le quiero y que me perdone por cuanto no puede estar con él, que me siento muy orgulloso de ser su padre, que es el regalo más grande que me hizo, ser padre, y que fueron los momento más felices de mi azarosa vida cuando nació. Que nunca piense que no tuvo a su padre, siempre estuvo en mi corazón. Pedirle perdón por mi ausencia y me recuerde sin odio, así mi alma quedará en paz y podré continuar con mi camino.
Me dio pena este pobre hombre, espero que su hijo sea razonable y nada rencoroso y reaccione como él espera, sería fatal, sobre todo para su edad, sería fatal lo contrario. Como si leyera mis pensamientos me preguntó.
– Alejandro, tú que eres joven, ¿Que harías tu si fuera mi hijo?
Esto me desconcertó le miré, estaba esperando mi respuesta, pues… vera… dudando en mi respuesta, es una situación muy delicada, y no querría influir negativamente en tu decisión, pero hacer de juez este momento es muy difícil…El seguía manteniendo la mirada inquieta y expectante, tarde algunos segundos en responder.
– Pues mira abuelo, entiendo que tuvieras tus razones por las que dejaste tu casa. Deberían ser muy importantes por el cariño y pesar que te conmueven a dar este paso. Tampoco debo juzgarte por ello, porque no soy quien debe hacerlo. Creo que mereces una oportunidad, pareces ser un buen hombre y el que sientas tanto amor por tu hijo, merecerías que te perdonaras y te acogiera en su corazón, puede que incluso se sienta orgulloso de tu valentía y se sienta muy feliz de haberte conocido, podrá decir, al fin he conocido a mi padre y sé que me quiere, eso es lo que importa.
– ¡Mira hijo, ya hemos llegado! Ese es el pueblo. Gracias, muchas gracias por traerme, si no te hubiera encontrado no lo habría conseguido, gracias, de verdad, gracias, soy muy feliz de poder ver a mi hijo y que él me conozca, y todo te lo debo a ti que apareciste cuando más necesario era, Dios te lo pague, me contagió tanta emoción el verle tan feliz, detengo el coche en el lugar que me indica y salió presurosamente del coche, abrió la puerta trasera del vehículo y la volvió a cerrar diciéndome.
-Te dejo esto, para que tengas un recuerdo de este viejo agradecido que siempre te recordara por haber sido tan amable y paciente conmigo, a mi ya no me hace falta, que tengas un buen final de viaje a tu destino. Gracias otra vez.
Comencé a alejarme de mi compañero de viaje alzando la mano a través de la ventanilla agitándola como saludo y despedida, cuando me invadió una extraña sensación, algo se me escapaba y no conseguía encontrarlo, Cuando me alejaba advertí un hecho que hasta entonces no había reparado, quería recordar la última imagen que de él conservaba en mi retina. Deje de preocuparme y prestar más atención en la carretera, la cual parecía más ancha y rápida y de imprevisto con mucho transito, así que intenté olvidar al anciano y llegar a casa lo más pronto posible. Mi madre deberá estar ya preocupada por mi tardanza y no quiero que crea que me ha ocurrido algún accidente.
Al llegar a casa, mi madre me esperaba inquieta en el umbral de la puerta, por su aspecto debió estar algo nerviosa por mi tardanza, no sé cómo lo hacía, pero parecía adivinar siempre cuando llegaba de mis desplazamientos y allí estaba plantada en el momento justo de mi llegada, ya la vi algo aliviada cuando me vio, le comenté el porqué de mi retraso, el anciano que me encontré en la carretera… esto me recordó que algo había dejado en el asiento de atrás, no sabía que era.
– Perdona mamá, espera un momento, voy a recoger una cosa en el coche, a ver que es.
Cuando volvía ya sabía que fue lo que me llamó la atención y que no recordaba. Se lo comenté y advertí que algo estaba pasando, pues a mi madre si le sorprendió mucho, tanto que se puso muy pálida, se fue al dormitorio y de un cajón saco algo que me mostró, una vieja y amarillenta fotografía en blanco y negro y me la enseñó, yo también me quede pálido y perplejo, nos miramos y y ella se puso a llorar.
En la fotografía se veía a mi madre con mi padre, tenía un brazo ortopédico, igual o el mismo que el anciano había dejado en mi coche, ¡¡El anciano era mi propio padre!! que había fallecido cuando yo era muy pequeño, es por lo que no conservaba recuerdo de él y mi madre se convirtió en mis padres. Había regresado de la muerte para ser perdonado por su hijo. El haber fallecido en el extranjero mientras trabajaba para cuidar y mejorar la vida de su familia no tuvo momento de regresar con su familia. Lo que no le permitió a mi madre abrazarlo y despedirse de él. Tuvo que renunciar, con su sacrificio el poder estar a nuestro lado, por protegernos y vivir como padre con su familia. Salí al exterior y mirando al cielo, que ahora amanecía y brillaba radiante entre las nubes blancas de la mañana,
– Gracias papá, dios te bendiga y allá donde estés, quiero que sepas que no tengo nada que perdonarte, no hiciste mal alguno y siento no poder haber disfrutado de tu compañía. Gracias por haberme dado esta oportunidad de despedirnos,
Roque Cruz